Foreign Policy ha sacado un interesante reportaje sobre las limitaciones del activismo iraní en Facebook. La historia trata sobre Mohammad Sadeghi, un iraní-alemán de 27 años, quien creó en enero de 2009 una página de Facebook en apoyo a la candidatura de Mir-Hossein Mousavi. Al atraer un número considerable de seguidores, los estrategas de campaña contactaron a Sadeghi para colaborar rumbo a la elección.

Tras los comicios, la casa de campaña en Teherán y el sitio de Facebook corrieron destinos opuestos. Mientras que el staff de Mousavi fue encarcelado, el número de seguidores de la página de Facebook aumentó considerablemente. Sadeghi decidió que era su responsabilidad continuar la campaña de Mousavi a través de la red social, por lo que el sitio se convirtió en un lugar de intercambio de información para simpatizantes y activistas. Mediante esta cuenta, Facebook jugó un rol importante en difundir el cántico de protesta "Allahu Akbar" y en planear protestas.

Sin embargo, el 11 de febrero vino el fracaso. A través de la operación "Caballo de Troya", simpatizantes de Mousavi disfrazados, irían al rally oficial conmemorativo del 31mo aniversario de la Revolución Islámica. En un momento definido, los activistas se reunirían frente a las cámaras de los medios extranjeros, se revelarían a sí mismos como miembros del partido verde, y denunciarían la brutalidad del gobierno ante el mundo. Sin embargo, la revelación a gran escala no ocurrió. El estallido de la burbuja idealista, inflada en las semanas anteriores en los blogs, correos electrónicos y redes sociales, produjo una sensación de decepción.

El fracaso del 11 de febrero significa una lección a aprender. Sadeghi explica que uno de sus principales errores en la ejecución fue que no sabía cuál era el porcentaje de los seguidores de Facebook que estaban en el país. Las estadísticas oficiales sugieren que la gran mayoría de los simpatizantes de la causa se encuentran en el extranjero. Los activistas fuera de Irán deben comprender que no pueden participar en las protestas. Cabe recordar el furor de hace unos meses por los avatares verdes en Twitter, en apoyo a las protestas. Aunque el ejercicio de la solidaridad es plausible, es mejor enfocarse en tácticas que sí sean útiles - por ejemplo, cuando los usuarios de Twitter cambiaron su ubicación a Teherán para dificultarle al gobierno la búsqueda de disidentes.

Aunque no vivimos en un clima de incertidumbre tan escalofriante como en Irán, que sirva el precedente para la reflexión de cómo utilizamos las redes sociales en favor del activismo. Hay que recordar, como señala el artículo citado, que los movimientos sociales son un maratón, no un sprint. Facebook, Twitter, y el resto de las herramientas permiten el intercambio de información casi instantánea, facilitan la organización de grupos, y permiten la creación de redes de colaboración. Sí, pero no son omnipotentes. Yo también puedo encontrar a miles de personas que odien a George Bush, que quieran que renuncie Felipe Calderón, que se opongan a la matanza de focas bebé o que estén en contra del calentamiento global. Mientras el activismo se quede en el escritorio, de poco sirve. La distancia entre la denuncia y el cambio no está a un clic nada más.

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