Twitter lo hizo de nuevo: un terremoto de 7.2 grados de magnitud azotó en Mexicali, Baja California. Mientras que Televisa, la televisora más grande del país, se abocaba a la transmisión del partido de fútbol Guadalajara - América, la respuesta en la red social fue inmediata: fotografías, búsquedas de personas, reportes, organización ciudadana. Al igual que en el caso chileno, la acción ciudadana se hizo notar desde el primer instante, contrastando con una respuesta lentísima por parte de los medios mexicanos. Vaya, ¡incluso los medios estadounidenses le prestaron más espacio y más atención al suceso!

Si hace algunos años se teorizó sobre el efecto CNN, poco a poco comienza a surgir un efecto Twitter. El efecto CNN sostiene que, al enfocarse la atención mediática en un conflicto en particular, una tragedia, o un incidente internacional, las noticias demandan acciones políticas inmediatas. Para no quedar en evidencia, los gobiernos del mundo desarrollan políticas, operaciones militares y demás decisiones bajo la presión mediática. En el caso particular de los desastres naturales, la fuerza de las imágenes no sólo actúa sobre los gobiernos, sino que también desencadena las donaciones por parte de la sociedad civil.

Sin embargo, una de las grandes críticas al efecto CNN es que apresura las decisiones del gobierno, cada vez menos pensadas, obedientes a una opinión pública hambrienta de un movimiento de timón, sin importar si es la dirección correcta.. Cabe recordar las palabras de Lee Hamilton, encargado de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes de EE.UU, sobre la intervención en Somalia: "Fueron las imágenes de niños hambrientos, no objetivos políticos, lo que nos llevó a Somalia en 1992. Y fueron las imágenes de las perdidas estadounidenses y no la realización de nuestros objetivos, lo que nos hizo salir".

¿Ocurrirá lo mismo con Twitter? En los últimos meses hemos atestiguado que posee el mismo efecto para (con)mover a la sociedad civil a realizar acciones de apoyo. La cobertura es capaz de competir con la de una cadena televisiva, minuto a minuto. No obstante, su ilusión de omniscencia le añade dimensiones con las que la TV no puede competir, un acercamiento vivencial, único y particular. Permite ver el fenómeno desde muchas aristas, una gama de perspectivas de primera mano. No nos limitamos a un encuadre, una cámara. Vemos a través de una infinitud de ojos, cada uno con su propia historia.

Sin embargo, no debe tomarse como un mero elogio. Twitter ha demostrado su eficacia para llamar la atención y promover la acción, pero aún no logra el peso del mainstream. Sí, Twitter sobrepasa en alcance, pero aún tiene materias pendientes en la profundidad de la información. La construcción de liderazgo de opinión, la credibilidad, el análisis experto, son situaciones que aún están bajo la niebla de una herramienta que se reinventa día a día.

Aún así, el panorama es optimista para una red social que, bien encauzada, es capaz de generar una alternativa al poder mediático convencional. Twitter ya ha logrado ponerse a la par cuando se trata de desastres naturales. La pregunta es si logrará el mismo poder de presión en otros tópicos: denuncias ciudadanas, casos de corrupción, inconformidad social. Por ahora, por lo menos en México, ésa es materia pendiente.

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