Si pensamos en la ciudad de Los Ángeles, lo último que se nos pasa por la cabeza son conceptos como peatonal o caminable. Las interminables avenidas, anchas como ríos —como ríos de verdad, no como ríos españoles— y con tráfico continuo las veinticuatro horas del día invitan a casi cualquier cosa menos a caminar. En LA se usa el coche para cruzar la calle.

Pero eso no quiere decir que sus dieciocho millones de habitantes estén contentos con este modelo. En Narrow Streets: Los Ángeles David Yoon, un justiciero del urbanismo, se dedica a mostrar algunas de las avenidas e intersecciones de la megalópolis convertidas en calles de dos carriles, al estilo europeo, según el autor. Y lo hace porque cree que una ciudad construida en torno al automóvil deshumaniza a sus habitantes. Pone un ejemplo muy gráfico: «estoy harto de despedirme de mis amigos en siniestros aparcamientos».

Las fotos modificadas nos enseñan un Los Ángeles muy distinto, paseable, casi mediterráneo, una imagen muy lejana de la jungla de asfalto y ruido que es realmente esa ciudad. Aparte de la curiosidad que provoca su obra debería servirnos también para la reflexión: aún hoy, cuando sabemos que «todo el mundo en coche» no es un planteamiento sostenible, los nuevos barrios se construyen hostiles al peatón, condenando barrios de miles de habitantes a depender del transporte privado. ¿Es ese realmente el futuro que queremos para nuestras ciudades? David Yoon y yo, desde luego no.

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