La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos ha urgido a BP que busque un compuesto menos tóxico para tratar el derrame del Golfo de México. No sólo han fallado en encontrar una solución a la catástrofe ambiental, sino que se suma una respuesta tardía, poco efectiva y dañina. En teoría, los dispersantes separan el petróleo en pequeñas manchas que deberían degradarse rápidamente. Estos químicos fueron aplicados a la superficie del derrame poco después del desastre.

El problema es que los dispersantes son toxinas por definición. Aún no se conoce con claridad cuáles son sus efectos en la vida marina. Además, esta cantidad de dispersantes nunca había sido utilizada con anterioridad, lo que incrementa los riesgos. Si a esta situación sumamos que no es posible calcular como la presión, la profundidad o la temperatura puede afectar la interacción del dispersante, estamos ante un escenario poco alentador.

BP eligió dos fórmulas de Corexit para corregir el desastre. Ambos compuestos fueron empleados durante la catástrofe del Exxon Valdez. Aunque los estudios sugieren que hay 12 mejores opciones que el Corexit, BP argumenta que este químico está estudiado con más profundidad que las alternativas. La duda es: ¿vale el costo ambiental? Ante la incertidumbre, la EPA le ha dado un ultimátum: un plazo no mayor a 72 horas para encontrar una alternativa.

¿Se responsabilizará BP lo suficiente para no causar más daño tratando de arreglar el derrame? Francamente lo dudo, aunque espero que la presión de la administración federal los espabile. Ojalá los directivos de BP no resulten tan ineptos y cínicos como los de esta parodia.

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