Eso es lo que el artista japonés Isao Hashimoto dijo que lo inspiró para crear “1945-1998”, una animación en la que muestra con escalofriante precisión todas las detonaciones de armas nucleares desde 1945 hasta 1998. Uno querría imaginarse que luego del horror de Hiroshima y Nagasaki, la humanidad se habría dado cuenta de que las armas nucleares son algo inaceptable. Pero no, la animación muestra más de 2000 detonaciones. La animación dura unos 14 minutos, yo no pude dejar de mirarla completa.

La idea es bien simple: un mapa del mundo, un contador de meses que se transforman en años, y las detonaciones que se van sucediendo. Todo comienza con el Proyecto Manhattan, luego vemos las dos bombas atómicas que terminaron con la Segunda Guerra Mundial (todas obra de Estados Unidos, como muestra la banderita donde se van sumando la cantidad de explosiones) a los pocos años se suma Rusia, y le siguen Gran Bretaña, Francia, China, India y Pakistán. Para la década del 60 los sonidos que marcan cada explosión son tan frecuentes que casi forman una melodía constante, para la década del 90, las detonaciones son mucho más aisladas. El sonido del correr de los meses, que en esta animación son reducidos a segundos, recrea el espeluznante “tic tic tic tic...” de una bomba a punto de estallar. El objetivo de Hashimoto con esta obra de arte multimedia fue hacerla simple y sin palabras para evitar la barrera del lenguaje, y que cada persona que la viera conociera la cantidad de energía nuclear desatada sobre nuestro planeta.

Si bien para los 90 decrece la cantidad de detonaciones "gracias" al desastre de Chernóvil y la conciencia que generó, además del surgimiento de algunos tratados, hay que recordar que si esto no llegara sólo a 1998, también veríamos la banderita de Corea del Norte que ya suma 2 pruebas, la última de ellas el año pasado. Es sorprendente saber y además poder ver la cantidad de pruebas nucleares que ha sufrido nuestro planeta, y es inevitable preguntarse para qué tanto esfuerzo económico y científico en algo que tiene un sólo objetivo: la destrucción. Por suerte se sigue representando en las más grandes obras de arte y las mejores películas de la historia esa terrible capacidad del hombre para la destrucción, con el objetivo de alertar sobre sus horrores, lástima que se ve que algunos nunca van a aprender.

Vía: Wired UK

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