Parece que cayó en oídos sordos la recomendación de bajar la cantidad de ataques de denegación de servicios (DDoS) a los opositores de WikiLeaks. Después de cargar contra los sitios web de MasterCard, PayPal, VISA y Amazon, Anonymous ahora se apunta a las máquinas de fax que pertenecer a éstas u otras empresas que están en contra de las filtraciones.
En otro movimiento de desobediencia social, Anonymous está enviando una combinación de cables diplomáticos, cartas de la agrupación, imágenes de Guy Fawkes, y logotipos de WikiLeaks a los números de fax de Amazon, PayPal, VISA, entre otros. Ni siquiera las disculpas públicas han calmado los ánimos de los protestantes, quienes buscan nuevas maneras para hacer sufrir a las corporaciones.
La Operación Payback -- denominada exageradamente como ciberguerra -- se ha convertido en un fenómeno digno de revisarse. Salvando las distancias, el caso de los ataques de denegación de servicios me recuerdan un poco a los [escraches]: manifestaciones que buscan denunciar a personajes o instituciones vinculadas con la violación de derechos humanos o actos de corrupción. Ahora la protesta no se lleva a cabo con pintadas, carteles o volantes; la lucha se ha trasladado a un nuevo terreno.
Aunque creo que se puede obtener más con la creación de espejos en diferentes servidores con la información de WikiLeaks, este tipo de protestas son una forma de ejercer la ciberciudadanía. Tal como explica C.H. Gray en Cyborg Citizen: Politics in the Posthuman Age, la participación competente en los asuntos públicos es lo que define a un ciudadano en un entorno global, no su pertenencia a alguna territorio o Estado.
Al expresar su repudio, el internauta está dejando en claro su posición y acción política, su descontento con el status quo, y su deseo por cambiar la situación actual. Ya sea mediante donaciones, respaldos de información o ataques de DDoS, una tendencia es clara: la gente está tomando -- de a poco, a tumbos, de forma incipiente pero decidida -- su responsabilidad como ciudadanos del mundo.