El almacenamiento y transporte de ficheros siempre representa un pequeño dolor de cabeza. Los mecanismos para guardar nuestro archivos han avanzado mucho desde los tiempos antediluvianos de los discos floppy, siempre persiguiendo dos objetivos principales. Por una parte, este anhelo de tener más y más capacidad para almacenar -- aunque desde mi perspectiva, deberíamos mejor ser más selectivos con lo que amontonamos. Por otro lado, la portabilidad: la forma de acceder desde cualquier parte a nuestra información y tenerla disponible al instante.

La reflexión surge gracias a un enlace que me han compartido en Twitter acerca de las Fleshkus, unas delgadísimas memorias flash compuestas de un pedazo de cartón. La idea es que tengamos un mecanismo de almacenamiento desechable de (relativamente) alta capacidad. La pregunta es: ¿necesitamos otra opción así?

Antes de que digan que me estoy poniendo agorero, hago una aclaración: el debate entre las plataformas materiales y las que están en la nube son una guerra santa. Ergo, no es mi intención decir que una u otra tecnología está a punto de extinguirse ni nada por el estilo. Lo importante es que tomemos un enfoque pragmático y veamos en qué casos nos conviene más determinado aparato.

A mí parecer, el almacenamiento en la nube ofrece varios añadidos que difícilmente podrá superar la memoria flash. Como usuario asiduo de Dropbox, debo destacar que las carpetas compartidas son una maravilla para trabajar en equipo. Ojo, que esta facultad existe desde que usábamos un servicio FTP, pero ahora es más sencillo y accesible. Además de tener un lugar seguro para guardar los ficheros, la sincronización de archivos todos podamos colaborar y manipular la información. Por supuesto, esta característica es explotable sólo si pensamos en compartir datos con terceros.

Por supuesto, la conectividad es un requisito fundamental para poder usar los servicios de almacenamiento en la nube, por lo que la memoria flash tiene una ventaja cuando nos enfrentamos con terminales que no se encuentran conectadas a la red. En contraparte, la nube ofrece que los datos puedan ser descargados en diferentes plataformas, una enorme ventaja si consideramos que buena parte de los documentos y ficheros son empleados en dispositivos móviles.

Al final, la decisión queda en el usuario. En lo personal, yo estoy a favor de migrar hacia la nube, aunque nunca está de más tener una memoria flash para algunas emergencias. Hay muchos factores más, como el valor material de tener algún objeto de diseño entre las manos o el dinero que se quiera invertir. Ustedes, ¿cuál de los dos prefieren?

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