Hace unos días me topé con una entrevista que GQ hizo en noviembre de 2010 a Mark Zuckerberg sobre The Social Network. Por desgracia, no recuerdo el nombre exacto del artículo, pero sí me acuerdo que una pregunta llamó poderosamente mi atención. El autor le preguntó a Mark si sabía cuánta gente había salido del armario gracias a Facebook. La razón de la duda --explicó el entrevistador-- es que él era homosexual, pero se había pasado horas frente al monitor decidiendo si en su perfil ponía que le interesaban los hombres, las mujeres o si sólo dejaba vacío el campo.

Sobra ahondar en el papel de Facebook como uno de los constructores de nuestra identidad. Sin embargo, he decidido hacerles la misma pregunta. ¿Cuánta gente habrá aprovechado su perfil de Facebook para hacerle saber a familiares, amigos, colegas y conocidos acerca de su orientación sexual? Después de todo, la red social permite que la gente hurgue en nuestra vida cotidiana. ¿Ocultar o hacer explícito? ¿Dejar sólo pequeñas pistas o proyectarlo al público? Ahí la disyuntiva.

Tengo un gran número de amigos homosexuales. Muchos de ellos se enorgullecen; otros viven en el armario. En algunos vemos sin ningún reparo que Juan está en una relación con Pedro o que Martha es novia de Daniela. En otros, lo único que distinguimos son mensajes disfrazados, casi crípticos. Sin embargo, en este espacio controlado --sea por los filtros de privacidad o por la regulación propia de los contenidos-- se abre un resquicio (o un boquete) para la libertad personal. Para muchos, el mundo virtual es aprovechado como un espacio de tolerancia y apertura, aunque siempre pende la amenaza de que el mundo real (muchas veces, intolerante e incomprensivo) meta sus narices de más. Una dicotomía que, en el fondo, termina por equilibrar ambos lados de la balanza.

Facebook, en este sentido, representa tanto un clóset como una ventana. Hay que considerar que no todos los sectores son tan liberales como para ver con naturalidad la orientación sexual de un individuo. ¿Cuántas personas cuidan que no aparezcan fotos comprometedoras o se guardan poner en su estatus de relación el nombre de su pareja? ¿Cuánta gente oculta este rasgo definitorio de su personalidad por temor a la discriminación, el escarnio o la burla? Pero, por otro lado, la red social sirve para generar naturalidad y permitir que lo que es normal en lo virtual contribuya a su aceptación en el mundo cotidiano.

En algún momento de The Social Network, Zuckerberg tiene una epifanía: Facebook se trata de relaciones personales. Se trata de quién está con quién, de quién quiere a cuál. "Es acerca de acostarse con alguien", afirma emocionado. Pero, sobre todo, se trata de construir, desarrollar y reconocer la identidad propia. Vivimos en un mundo en el que la esfera pública y privada se han fusionado hasta hacer indistinguibles los límites. Así que hagamos que Facebook sea un cristal y no un armario. La decisión está en cada quien.

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