La mejor cara de la tecnología se ofrece en sus aplicaciones sanadoras. Los videojuegos, como ya hemos comentado en alguna que otra ocasión, pueden aliviar nuestros pesares emocionales, pero también antojarse utilísimos en ámbitos como el sanitario, donde una nívea realidad virtual resulta de lo más útil distrayendo de dolorosas quemaduras durante el proceso de curación.

Recordemos también a Playstation 3 y el proyecto Folding@home, de la Universidad de Stanford, que se servía de todas las consolas conectadas a Playstation Network para tareas de procesamiento informativo. ¿El resultado? un superordenador virtual cuyo último propósito era la investigación del Parkinson, el Alzheimer y el cáncer.

En este contexto sumamos a Kinect, periférico que no sólo nos ha sorprendido como el gadget de entretenimiento más rápidamente vendido de la historia, sino también por las múltiples soluciones que la comunidad hacker ha orquestado a su alrededor.

Investigadores del Institute of Child Development de la Universidad de Minnesota y su Colegio de Ciencia e Ingeniería, han colaborado para crear un sistema de videomonitorización basado en la confluencia de numerosas cámaras Kinect: colocando varias de éstas a lo largo y ancho de una habitación con niños campando a sus anchas, los responsables han sido capaces de monitorizar su comportamiento a través de un software específico de código abierto.

Esta peculiar solución, aseguran, les va a permitir analizar el comportamiento natural de los niños, sin las limitaciones típicas de entrevistas personalizadas. A través del programa en cuestión, Kinect podrá determinar desórdenes obsesivo-compulsivos y de déficit de atención.

Muchos pensaréis ¿y no podían haber lo mismo con cualquiera de las cámaras de vídeo preexistentes? Dicen que no, que anteriores soluciones eran mucho más caras e ineficaces. Nikolaos Papanikolopoulos, profesor implicado en la investigación, se pregunta de hecho cómo es posible que un hardware de $150 resulte más efectivo que unidades superiores a los $100.000.

En definitiva, otro tanto para Microsoft, que a buen seguro se alegra más a cada día que pasa de haber cerrado el trato israelí.

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