Ayer en México, se dio a conocer la sentencia de 13 años contra Jean Succar Kuri, empresario acusado de pederastia en 2004, tristemente célebre por el caso contra Lydia Cacho. A propósito, les comparto una entrada que la activista --especializada en la denuncia de trata de personas-- reproduce en su blog. Se trata de la historia de su colega Marcelino Madrigal y su lucha por desenmascarar a los responsables españoles en varias redes de pornografía infantil en Facebook y Windows Live.

El relato inicia cuando Marcelino, tras recibir la negativa de los jueces españoles para investigar los perfiles de pederastas connacionales en Windows Live --bajo el argumento de que no tienen injerencia en una red extranjera--, decide acudir con el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid. Al enviarle los enlaces a dicha autoridad, le responden que no pueden verlos. En efecto, Marcelino se percata que Facebook borra dichos grupos, pero nadie le hace preguntas a la empresa sobre la identidad de estas personas.

Por esta razón, Marcelino decide coordinarse con un grupo de trabajo internacional de denuncia, entre los que destaca la participación de Lydia Cacho, considerada por la ONU como embajadora contra la trata de personas. A través de este equipo, fue posible denunciar a más de 1400 perfiles, los cuales fueron reportados a Facebook. Sin embargo, el esfuerzo fue inútil: los perfiles eran creados nuevamente en cuestión de horas. Es decir, la red social no se involucra en la denuncia del delito. Simplemente se dedica a presionar un botón y borrar la cuenta, sin atender que la persona detrás del monitor está incurriendo en un crimen. Eso sí, Facebook manda el reporte a la National Center for Missing and Exploited Children, una entidad privada que se dedica a encontrar niños perdidos.

Ante la negativa de participación de Facebook, el grupo comenzó a trabajar solamente con las policías nacionales de naciones como Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, México, Ecuador y Brasil. De este modo, se consiguieron 13 detenciones en cuestión de meses -- entre estos, una persona que fue reportada 15 veces a Facebook. Para vigilar a esta red, algunos miembros del equipo crearon perfiles falsos para vigilar los grupos de intercambio de archivos de pornografía infantil. Posteriormente, se le daba acceso a la policía a estos perfiles para que se le diera seguimiento judicial.

Este esfuerzo llamó la atención de una cadena televisiva, quien se acercó al grupo, a la policía y a Facebook. Dicho trabajo se documentó en un programa que aún no sale al aire para no entorpecer las investigaciones. Ante los cuestionamientos, Facebook resolvió reunirse con el grupo de Marcelino. En dicha charla, la empresa les otorgó una dirección privada para agilizar la denuncia, la cual resultó ser un sistema de reporte automático. También prometió un equipo de trabajo especializado, el cual se trataba --por desgracia-- de un centro de soporte para desactivar los enlaces. Pasó lo mismo: el delito se queda "atorado" en la red social, ya que Facebook se niega a denunciar a la autoridades, a pesar de contar con los recursos para hacerlo.

La labor del grupo se ha complicado más ya que el Child Exploitation and Online Protection Centre (CEOP) --entidad especializada en el combate a la pederastia en Reino Unido-- mandó una orden de cesar y desistir en dicha labor. ¿Por qué? El argumento es que el equipo podría ser denunciado por búsquedas activas de pornografía infantil, por lo que también tendrían que perseguirlos. Marcelino afirma que ninguno de ellos incurre en esta práctica, pero que dejarán de operar en dicho país hasta que se regularice esa situación.

Sin embargo, los problemas no se detienen ahí. Después de la reunión con la CEOP, Facebook decidió eliminar la cuenta de la mitad de los miembros del equipo, incluida la de Lydia Cacho, quien hace una semana se había reunido en Estados Unidos con gente de Facebook y Microsoft para tocar el tema. La empresa ha borrado los perfiles sin dar ninguna explicación al equipo de denuncia.

A propósito, Cacho señala que, a pesar de que los pederastas pueden encontrarse en la red sin necesidad de identificar, muchos de ellos deciden dejar pistas, e incluso, emplean sus fotografías reales. La activista no aboga por censura de estos sitios, sino porque las empresas y las autoridades desarrollen estrategias de protección acordes con los tiempos modernos. Rescato las palabras de Cacho para cerrar:

No basta con que utilicemos un filtro para que en casa no se vean estas imágenes, queremos, exigimos, que ninguna niña, niño o adolescente del mundo sea presa de estos depredadores. Basta leer lo que dice un pedófilo en su Facebook: “Gracias por crear este grupo, yo antes me sentía un tipo raro, creí que era malo que me gustaran los niñitos, tenía que esconderme, ahora veo que es normal y que tenemos derecho a gozarlos” (...) No se trata de crear un pánico moral, sino de crear una cultura ética en la que ciudadanía, empresas y autoridades, colaboremos para asegurarnos de que nuestros hijos e hijas vivan en un mundo libre de violencia y abusos. Me queda claro que Facebook cerró mi perfil. En él sólo tenía conversaciones con mis compañeros con quienes denunciábamos a los pederastas y productores de P.I y textos sobre el tema.

El papel de empresas como Facebook en el combate a este tipo de problemáticas es un tema peliagudo. Basta recordar el caso de Amazon con la guía para pedófilos, en la que no sólo se hacía una apología del tema, sino que se daban consejos sobre cómo abusar de menores sin ser descubierto. Al final, con la presión de la opinión pública, no sólo se logró que Amazon retirara de la oferta dicho texto, sino que las autoridades de Estados Unidos dieron con el autor y lo arrestaron. ¿Podría suceder algo parecido con las redes que se extienden en Facebook o Windows Live y sus responsables?

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