"¿¡Y eso es legal!?", escuché decir a un locutor de radio cuando su encargada de notas tecnológicas le comentó sobre Foursquare. "¡¡Pero es que es muy peligroso!!", oí a otro después, cuando se enteró de qué iba dicha red. No es la primera ni la única ocasión que me toca enterarme que varios medios mexicanos externan su preocupación ante la geolocalización. Bien apuntaba Eduardo Arcos en 2008, cuando se desató la paranoia contra las redes sociales por supuestamente facilitar los secuestros, que los medios reaccionarían de esa manera cuando estos servicios se hicieran más populares.

Lo saco a colación ahora que he visto los cinco usos prácticos de Carlos Rebato para aprovechar Foursquare. Me he preguntado cuántos de éstos podrían aplicarse en México, y con tristeza, me percato que muy pocos. Mientras que Facebook y Twitter han tenido una penetración importante en el país, Fousquare --y ni qué decir de otros servicios de geolocalización-- va muy rezagado. No sólo eso, sino que a la más ligera mención, los medios de comunicación lo ven como una herramienta que únicamente puede ocuparse por secuestrados, ladrones y demás hampones.

Hace unos meses, yo mismo me cuestionaba sobre cuáles serían los beneficios de aplicar la geolocalización en nuestra vida cotidiana. Los lectores de este espacio me contestaron con grandes ideas, como la aplicación de negocios móviles, las recomendaciones locales, un potencial uso como botón de pánico, o incluso, para señalar puntos inseguros en una ciudad. Por supuesto, también están otros como organizar a dónde irás cuando estás de viaje, obtener descuentos o llevar un diario de los sitios que frecuentas.

Aunque he sido usuario de estos servicios desde 2007 --con el antiquísimo Plazes-- fue hasta hace unos meses que decidí usar mi cuenta con más frecuencia. Recién que adquirí un smartphone me di cuenta del enorme potencial que tiene. No se trata sólo de decir dónde estás. Es más, podrías ocupar Foursquare sin necesidad de gritarle al mundo tu ubicación. Se trata de construir tu ciudad desde una arena virtual. Poner recomendaciones o subir fotos del lugar son añadidos excelentes cuando visitas restaurantes o cafeterías. Sobre todo, se trata de compartir tus impresiones para que los otros las aprovechen.

Bien decía Carlos en su entrada que, al final, lo puedes usar como un juego. En un sentido lúdico, Foursquare es excelente: desde la colección de medallas (badges) hasta la posibilidad de crear algunas bromas referenciales (en mi ciudad, por ejemplo, me encontré un Hell's Kitchen). Pero, como toda tecnología, debe adoptarse con criterio. En mi caso, yo no he etiquetado mi casa porque no me apetece que la gente sepa mi dirección. Si quiero desaparecer del mapa, simplemente no digo dónde estoy. No se vale echarle la culpa al servicio cuando el responsable es el usuario.

Entonces, ¿por qué tanta reticencia en México? Simple: por desconocimiento. Me recuerda a esos tantos periodistas que echaban pestes de Twitter hasta que --por gusto u obligación-- terminaron por entrar. Meses después, casi nadie recuerda esta postura negativa, y por el contrario, se desviven en lisonjas y halagos. Es cierto que la situación de seguridad en México dista mucho de ser la óptima, pero recalco, el problema no es el servicio, sino la forma en que se utiliza. Así que, señores comunicadores, antes de preguntar si dar la geolocalización es legal o pegar de gritos contra ella, los animo a que la prueben primero. No se dejen llevar (ni mucho menos, alimenten) la paranoia.

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