Todos los políticos, funcionarios, defensores y lobbyistas que advocan por el maximalismo en los derechos de propiedad intelectual utilizan frecuentemente el argumento de que más protección (extrema) equivale a mayor innovación, competividad y empleos. Sin embargo no existe ninguna evidencia de que la innovación y el desarrollo tenga relación con esta protección y al contrario, existen estudios e infinidad de argumentos serios que prueban lo contrario.

Una de las razones por las cuales todos estamos hartos de la retórica y acciones desmesuradas de la Gran Industria es debido a sus argumentos vagos y sensacionalistas que utilizan para confundir la falsificación y el contrabando de bienes físicos con una piratería que no existe, al mismo tiempo que exaltan una bizarro respeto a la legalidad mientras promueven numerosas acciones anti-constitucionales por debajo de la mesa de los congresos y parlamentos.

Según el blog de Harvard Business Review estas dos Grandes Industrias --la del cine y la música-- son específicamente el riesgo más grande para la innovación en los Estados Unidos (y yo consideró que en todo el mundo) ya que su agresiva defensa está poniendo en riesgo su lugar dentro de los líderes en innovación. De hecho, el reporte de Economía Digital de la Unidad de Inteligencia de The Economist sitúa en los primeros tres lugares a Suecia y Dinamarca por encima de Estados Unidos.

Para James Allworth , becario de Harvard Business School el problema es que industria del contenido jamás ha entendido (ni tampoco quiere) como funciona la tecnología, ya que cada vez que descubren como hacer dinero, la tecnología cambia. De acuerdo al autor esto se debe simplemente a que no saben como manejar el cambio.

Hagamos una pausa con el post de Allworth para revisar la Ley de la Disrupción que tiene como tésis central que la tecnología cambia de forma exponencial mientras que los sistemas legales, sociales y económicos lo hacen por incrementos, esto quiere decir que la ley simplemente no es capaz de seguirle el paso a los cambios sociales, políticos y económicos que produce la tecnología. Aunque algunos piensen que el problema es el kilo de jamón o la bomba atómica.

Tampoco olvidemos que el copyright de hecho fue una herramienta legal creada para promover el acceso a la cultura, duraba 14 años y esto permitía que los creadores —no Los Creadores de Gran Contenido— se beneficiaran económicamente de sus creaciones y además, se liberará al dominio público lo más pronto posible para que toda la sociedad también lo hiciera y pudiera utilizar obras, herramientas y cualquier tipo de innovación para construír otras más a partir de las mismas. James Boyle explica en esta legendaria ponencia como el copyright se convirtió en un hoyo negro que succiona todo y una fuerza irresistible que encierra todo en un espacio oscuro e inaccesible. En México por ejemplo, el hoyo negro del derecho de autor dura más que en cualquier otro país del mundo: 100 años más después de la muerte de su autor.

Allworth argumenta que las leyes que promueve la Gran industria del Gran Contenido (como COICA, ACTA y Ley Sinde nunca van a detener las infracciones al copyright ya que la tecnología se acelera constantemente. Sin embargo, el daño colateral que producen sus acciones, no sólo encierra a su Gran Contenido en la inaccesibilidad que el copyright produce sino que limita la circulación de cultura no comercial, la cual siempre ha sido abierta.

El efecto inmediato de la creación de un entorno digital hóstil en el cual Estados Unidos persigue sitios, confisca dominios, demanda individuos y ataca los derechos al a privacidad y el debido proceso, produce entre otras tantas cosas que las start-ups ya no consideren a esta nación como una opción para establecer sus negocios, debido a la inseguridad que representa imaginar ser el próximo You Tube dentro de la nación que vió nacer a Napster:

La ironía total de todo esto es que si dejámos de darle a las industrias de contenido lo que quieren — al barrer con protecciones y limitaciones integrales — de hecho les haríamos un favor. Querían que la videocasetera se prohibiera.Resultó ser uno de las tecnologías más lucrativas en la historia para la industria del cine. Ignorar sus demandas significa ser cruel para ser amable — en vez de enfocarse a tratar de pelear con la tecnología, se verán forzados a encontrar la manera de adaptarse de una forma redituable.

Mientras la Gran Industria del Gran Contenido siga inviertiéndo dinero en convertirse en el Gran Hermano, en vez de hacerlo en inventar el futuro —el cual es todo lo contrario a Ultra Violet— sus días seguirán contados y terminarán como la serpiente que mordió su propia cola.

Seamos un poco crueles y hagámonos todos un favor, ¿qué parte no entiendes Querida Gran Industria?

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