Cuando el río suena, es que agua lleva, dice un popular refrán mexicano. Al parecer, los rumores acerca de que Telcel y Telefónica han negociado un pacto de no agresión por el mercado latinoamericano podrían ser ciertos. La especulación comenzó cuando Francisco Borrego, director jurídico de Grupo Salinas, interpuso una demanda a inicios de marzo sobre un acuerdo tácito entre ambas operadoras para hacerse del control regional.
De acuerdo con Borrego, las dos telefónicas se habrían arreglado para fijar tarifas que las beneficien. La acusación vino porque Isidro Fayne, vicepresidente del Consejo de Telefónica, también ocupa un asiento en el Consejo de Administración de Inbursa, grupo financiero propiedad de Carlos Slim.
Los rumores sobre dicha alianza reviven ahora que Francisco Gil Díaz, director general de Telefónica en México y Centroamérica, está cabildeando con la Suprema Corte para que resuelvan la controversia de las tarifas de interconexión a favor de Telcel. Hace unos meses, Iusacell exigió al gobierno que regulara dichas cuotas, pues la telefónica de Grupo Salinas (ahora también aliada de Televisa considera que son excesivas y arbitrarias.
¿Cuál es el problema? Resulta que en 2007, Gil Díaz había pedido a la Presidencia de la República, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), la Comisón Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) y la Comisión Federal de Competencia (CFC) que Telcel bajara las tarifas de interconexión. En ese entonces, lo que Telefónica buscaba es verse beneficiada con un menor costo, mismo que --en teoría-- sería trasladado a su oferta de servicios para el cliente.
Ahora que la Suprema Corte de Justicia de la Nación discutirá el tema, Gil Díaz se ha convertido en el mejor abogado de Telcel. Contrario a lo que afirmó hace cuatro años, todo indica que a Telefónica le conviene que la empresa de Slim mantenga los costos, pues de esta manera se mantiene a raya a los demás. Con un 94% del mercado mexicano dominado por ambas (72% para Telcel, 22% para Telefónica), parece un trato justo. Para las empresas, claro, porque sin competencia, los que pierden son los clientes.