Orange, SFR y Free, tres operadoras de Internet (ISP) en Francia, han recibido acusaciones por parte de numerosos usuarios, quienes sospechan que las empresas están entorpeciendo a propósito el acceso a YouTube. De acuerdo con los reportes, el tráfico hacia el sitio es lentísimo. Cargar un vídeo se ha convertido en un martirio, pues el tiempo de espera oscila entre los cinco y los 15 minutos.

Por supuesto, las operadoras niegan que estén interviniendo de alguna manera en la conexión. Las proveedoras se han lavado las manos, argumentando que se trata de un problema proveniente de Google. Sin embargo, el contexto señala lo contrario, ya que existe un fuerte reclamo por parte de las ISP para que ciertos sitios web de alto tráfico (Google, Facebook, entre otros) cooperen para mejorar la infraestructura de telecomunicaciones del país.

El punto de las operadoras francesas es que estos sitios no desembolsan ni un centavo para mantener o incrementar las condiciones técnicas para el uso de Internet; sin embargo, continúan desarrollando servicios que demandan más y más recursos. En este sentido, las ISP se ven obligadas a invertir en infraestructura, lo que golpea directamente en sus arcas.

El castigo a YouTube se debería a que el tráfico del sitio se duplicó con respecto al año pasado, superando la tasa de crecimiento de 30% habitual. De acuerdo con las operadoras, esta demanda se debe, por una parte, a que la gente prefiere consultar los contenidos en la red; pero también lo atribuyen a que YouTube ha implementado alta definición (¡y no quiero ni imaginar lo que pensarán ahora que entra a la emisión en directo

Esta discusión entre el huevo y la gallina parece no tener fin. Por un lado, las ISP reclaman que los sitios deben cooperar un diezmo por demandar más recursos técnicos (?), pero olvidan que sin esas mejoras a los servicios, tendrían menos penetración (y por ende, menos dinero). También olvidan que las empresas de la web invierte miles de millones en desarrollo, mientras que las ISP tienen la responsabilidad de invertir también. Al final, el que sufre es el cliente, atorado entre esos dos mundos. Lamentable.

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