A mediados de 2010, la revista Wired publicó The Web is Dead, un artículo que sacudió a Internet. Su premisa básica es que las aplicaciones web terminarían por sepultar a la navegación web. Por supuesto, esto no implica la inminente muerte de la red como la conocemos, pero sí una profunda transformación. Hoy, a casi un año de este texto, podemos aseverar que el vaticinio se está cumpliendo.

Por primera vez, el uso de aplicaciones móviles desbancó a la navegación web. De acuerdo con un estudio de Flurry con estadísticas de ComScore y Alexa, en junio de 2011, los consumidores emplearon en promedio 81 minutos del día en aplicaciones móviles, en tanto que en navegación web se contabilizaron 74 minutos. La tabla muestra cómo no se trata de un caso aislado, sino de una tendencia constante: en junio de 2010, los usuarios pasaban 64 minutos en web por 43 en apps; en tanto que en diciembre de 2010, los números señalaban 70 minutos en web por 66 en apps.

¿Qué lecturas pueden hacerse de este cambio? Por una parte, que la navegación destaque en las aplicaciones móviles es un resultado directo de que Internet se ha convertido en un medio donde la ubicación es cada vez más importante. Aunque contamos con la posibilidad de acceder a información de cualquier parte del mundo, destaca la importancia del entorno. Los datos deben ser útiles para mi contexto: dónde estoy, hacia dónde voy, qué tengo cerca.

Segundo, que Internet ya es portátil. Mientras que antes estábamos atados a un sitio por nuestra computadora de escritorio, ahora existen las condiciones técnicas para acceder desde cualquier punto de forma cómoda. Hemos pasado de la conexión mediante cable telefónico a las redes inalámbricas y los planes de datos; de la computadora fija a la laptop, el smartphone y la tablet. En términos de Don Ihde, filósofo de la tecnología, hemos logrado que Internet se incruste en nuestro cuerpos, moviéndose hacia donde nosotros vayamos.

Aquí es donde el cambio muestra su cara menos amigable. Navegar a través de aplicaciones móviles supone entregarle nuestros datos a un software desarrollado por terceros. A propósito, rescato un fragmento de un artículo que Federico Erostarbe escribió aquí cuando se publicó el artículo de Wired:

El único problema de este cambio, a corto plazo, es que la web está construida sobre estándares abiertos en los que nuestros derechos están más o menos a salvo, pero de este modo nos estamos moviendo a un modelo más afín a la plataforma iPhone, basado en aplicaciones que no tienen por qué ser abiertas ni respetar ningún estándar pero --y por eso tal vez atraigan mucho más al usuario final-- son más personalizadas y encajan mejor en la visión que tiene el usuario actual de lo que quiere de Internet.

Si la tendencia marcha como muestran los números (y la lógica), en diciembre de este año encontraremos un margen más amplio de diferencia. ¿Eso basta para decir que la web está muerta? Para nada. Hay muchos problemas aún por resolver, como la brecha digital que existe en países emergentes, donde no es tan sencillo acceder a un dispositivo móvil o un plan de datos; o la resistence que plantearán algunos defensores de un marco menos prohibitivo ante la dependencia a las apps. Lo que nos queda claro es que el presente --y por supuesto, el dinero-- está en las aplicaciones móviles. Éste es su momento.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: