La privacidad es necesaria para una sociedad abierta en la era electrónica.

La privacidad no es secretismo. Una cuestión privada es algo que no queremos que todo el mundo sepa, pero una cuestión secreta es algo que no queremos que nadie sepa. La privacidad es la capacidad de revelarse selectivamente al mundo.

-- Eric Hughes, A Cypherpunk Manifesto (1993) | Traducción: Suburbia (2003)

La llamada era electrónica ya está aquí, o quizá ya la rebasamos por completo y estamos en una etapa más compleja que acelera sin parar hacia la singularidad... Quién sabe. Lo cierto hoy es que movilidad e información son conceptos inseparables de nosotros: producimos y transportamos información --propia y ajena-- prácticamente todo el tiempo.

Hemos llegado al punto en el que las fronteras entre información personal, privada, secreta quedaron nulificadas a fuerza de una interminable avalancha de servicios, aplicaciones, Internet y sus increíbles redes sociales. Fronteras borradas por nuestra impaciencia y asombro. Así lo deseamos.

Justamente por eso el Manifiesto Cypherpunk sigue vigente. Más que nunca, creo. Porque expresa con claridad abrumadora las prioridades de una sociedad verdaderamente libre, ésa a la cual sirve la criptografía y sus sequito de hackers: los cypherpunks, John Gilmore (cofundador de la EFF, Bram Cohen (creador de BitTorrent), Len Sassaman (gran criptógrafo recién fallecido), Julian Assange (fundador de WikiLeaks), y otros personas de ese calibre.

Sociedad libre en términos de la sociedad que somos, no en los de una sociedad del siglo XIX cuando apenas emergían las comunicaciones alámbricas. Libre porque

la libertad de expresión es aún más fundamental para una sociedad abierta que la privacidad

Primero la libertad. En seguida las leyes. Leyes para un mundo hipervinculado, de Internet de las cosas, en vías de transhumanidad. De modo que

Cuando le pido a mi proveedor de correo electrónico la capacidad de recibir y enviar mensajes, mi proveedor no tiene por qué saber con quién hablo, qué digo o qué me dicen. Mi proveedor sólo tiene que saber dónde obtener el mensaje y cuánto le debo. Cuando mi identidad se revela debido al mecanismo de la transacción, no tengo privacidad. No puedo por tanto revelarme selectivamente; estoy obligado a revelarme siempre.

Prácticamente ningún proveedor de servicios en Internet cae en esa categoría. Hablo de los grandes: Apple, Google, Microsoft, mucho menos Facebook. La mayoría decidimos aceptar términos de servicio ilegibles o, peor, que dejamos sin leer. Y cuando esos gigantes entraron al terreno móvil resultó más grave.

Ahora son cientos de apps que nos rastrean, saben mucho de nosotros. También los navegadores. Y países.

Un sistema anónimo ofrece la capacidad a los individuos para revelar su identidad sólo cuando lo deseen; esta es la esencia de la privacidad. Asimismo la privacidad en una sociedad abierta requiere la criptografía.

El usuario es quien debe tener el control. No lo tenemos. No una vez que entramos al juego. Ni qué decir de patentes que buscan entregar nuestras comunicaciones.

Si yo digo algo, quiero que lo oigan sólo aquellos a los que iba dirigido lo que decía. Si el contenido de mi discurso está al alcance de todo el mundo, no tengo privacidad.

La privacidad es un derecho. No la ejercemos. O es nuestra moneda a cambio de un bien digital.

No podemos esperar que los gobiernos, la corporaciones y otras grandes organizaciones sin cara nos garanticen la privacidad sin sacar beneficios de ello. A ellos les resulta beneficioso hablar de nosotros, y podemos esperar que lo harán. Intentar evitar sus discursos es luchar contra la esencia de la información. La información no sólo quiere ser libre, anhela ser libre. La información se expande hasta ocupar todo el espacio disponible. La información es el primo más joven y más fuerte del Rumor. La información tiene más ojos, sabe más y entiende menos que el Rumor.

Tenemos que defender nuestra privacidad si es que queremos tenerla.

El Manifiesto grita una razón de ser:

Nosotros los cypherpunks nos dedicamos a construir sistemas anónimos.

Y predice:

La criptografía va a extenderse en todo el mundo, y con ella los sistemas de transacciones anónimas que la hacen posible.

Por lo que Bitcoin es apenas un ensayo.

La privacidad sólo se extenderá mientras los miembros de la sociedad cooperen entre sí.

Así que la criptografía es una arma de lucha y libertad, un baluarte que el movimiento cypherpunk concibe sobre arte, técnica y matemáticas puras. Su Manifiesto, un recordatorio de los temas que de ninguna manera debemos dejar a un lado, en el olvido sistemático de cada botón Aceptar.

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