Kary Mullis desarrolló en 1983 una técnica de biología molecular llamada PCR --siglas en inglés de la reacción en cadena de la polimerasa--, con la que a partir de unas piezas de ADN logró crear hasta millones de copias de una secuencia particular incluida en las piezas. Diez años después, Mullis viajó a Suecia para recibir el Premio Nobel de Química por ese trabajo. Un década le bastó para impactar de gran manera a la ciencia.

La técnica PCR tiene múltiples aplicaciones. A parte de la clonación de ADN que es de suma utilidad en la investigación científica, como si de una lupa se tratase ayuda a diagnosticar enfermedades, en las ciencias forenses y criminalística para identificación de personas, en la paleontología para identificar seres vivos en general.

Ahora bien, la OpenPCR es un kit con especificaciones abiertas para usar la técnica PCR. Cuesta US$512 (€357); incluye todas las partes --entre ellas un Arduino--, herramientas e instructivo. Todo listo para armarse en minutos. El precio es módico en comparación con el de una máquina PCR tradicional cuyo precio oscila los US$3.000 (€2.090). Además, los creadores OpenPCR presumen que es la más compacta y cómoda entre las PCR que se puedan encontrar.

Los entusiastas con espíritu hágalo usted mismo (DIY) tiene en el OpenPCR la oportunidad de experimentar a bajo consto con genética. De entrada, OpenPCR incluye un secuenciador de ADN, útil para echarle un vistazo a nuestro genoma. Tambien una aplicación tipo "código de barras" para identificar ADN, útil, como hemos dicho arriba, para identificar especies. Esas aplicaciones corren bajo Mac OS X y Windows --me extraña no ver Linux en la lista--.

Por supuesto, si no quieres comprar la OpenPCR, puedes construir tu propia versión con la documentación disponible en línea, que incluye los archivos CAD, código fuente de las aplicaciones, y demás instrucciones. Esto es lo que la hace open source. Asimismo, si compras una, podrás modificarla cuanto quieras y sin problemas de licencia.

OpenPCR abre la puerta a un mundo de posibilidades. Quizá para la formación de una generación de biohackers o biopunks, como gusten llamarse. Hackear el genoma está a la vuelta de la esquina.

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