Desde el gris adusto de Windows 95, pasando por el verde hierba sobre la barra azul de Windows XP y los orbes azulados de Windows Vista y Windows 7, el botón de inicio ha sido una constante invariable desde hace ya poco más de 15 años. Es el botón que durante todo este tiempo ha saludado con timidez al usuario más inexperto invitándole a descubrir el sistema, a empezar a usarlo, como su nombre indica y es el botón, que de repente ahora y con Windows 8, va a desaparecer.

Y es que mientras se acerca la primera beta de la siguiente gran versión del sistema operativo de escritorio de Microsoft poco a poco comenzamos a conocer algunos detalles de las novedades que incluirá. Las más relevantes ya las vimos cuando analizamos la Developer Preview presentada en septiembre en el BUILD, luego pudimos ver otra serie de características que pudimos ver de primera mano en el CES y en la keynote de Ballmer. Pero la última y que ha dejado conmocionados a unos cuantos es la de que, efectivamente y en virtud de la interfaz Metro, el botón de inicio desaparece de Windows.

Podríamos discutir durante párrafos sobre si es un cambio acertado o no, sobre si es el movimiento correcto o va a ser un disparo en el pie de cara a los usuarios de toda la vida más inexpertos que lo van a estar buscando como locos en la esquina inferior izquierda de la pantalla, pero la simple realidad es que, como todo cambio que afecta a muchos, algunos le gustará el cambio (a mí entre ellos) y habrá quienes lo odiarán y lo encuentren absurdo.

Lo más interesante, sin embargo, es el significado que se encuentra detrás de que algo tan característico y vital en Windows como su archiconocido botón de inicio (Microsof gastó casi 300 millones de dólares en los derechos de autor de Start Me Up de los Rolling Stones para promocionarlo). Porque no es que sean noticias frescas, precisamente, pero Windows 8 va a ser el cambio introducido más radical que hayamos visto jamás en el sistema operativo.

Así, de un único y centralizado Inicio, pasamos a toda una interfaz, la interfaz metro, donde si nos fijamos cada tile, o cuadrícula, forma en sí una parte de ese antiguo menú ¿Para qué acceder a las aplicaciones en una incómoda lista cuando las tengo a gran tamaño y a todo color?. Metro tiene dos partes bien diferenciadas, por un lado la que está más orientada a dispositivos táctiles, con los grandes cuadrados, y por otro el escritorio tradicional, al que se accede como si de una aplicación se tratase. Dentro de ese escritorio, la Super Barra de Windows 7, que si se mantiene, seguirá manteniendo todas sus funciones y tendrá una parte especial que se activará al pasar el ratón y que cumpliría, aunque no está muy claro aún, funciones similares a las del menú de inicio.

A la espera de detalles de rendimiento y usabilidad, Windows 8 será un gran producto, con cada detalle empiezan a quedarme cada vez menos dudas, pero es importante notar que un cambio tan radical puede provocar que muchos usuarios empiecen a darles la espalda y a quedarse en versiones más antiguas, algo parecido a lo que pasó con Vista y XP. Los de Redmond se mueven en arenas movedizas mientras intentan poner fin a una era y apoyar bien el pie en terreno firme para poder comenzar la siguiente, esperaremos a esa Beta anunciada para finales de este mes para poder hacernos una idea más acertada.

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