Está formado por una serie de celdas selladas mediante membranas de platino y titanio que se disuelven al aplicarles una pequeña descarga eléctrica, tiene el tamaño de una uña, se puede controlar a distancia y además es programable. Esas son las principales características de un nuevo microchip subcutáneo, que acaba de superar exitosamente su primer ensaño clínico con humanos, desarrollado por la gente de la empresa MicroCHIPS en colaboración con el Instituto Tecnológico de Massachusetss (o MIT) cuya función no es otra que la de administrar fármacos.

Las pruebas se realizaron a lo largo de 2011 sobre ocho mujeres danesas enfermas de osteoporosis, patología que degenera los huesos y se da sobre todo ente el género femenino. A cada una de ellas le implantaron bajo la piel uno de estos microchips contenidos en una capsula del tamaño de un marcapasos a la altura de la cintura, los cuales fueron suministrándoles a lo largo de los meses las dosis de teriparatida -fármaco que se usa en el tratamiento de la enfermedad y hay que inyectar- que contenían en los compartimentos estanco con los que cuentan cada vez que los médicos les enviaban una señal eléctrica mediante un mando a distancia. Y las cosas no pudieron salir mejor.

Por un lado en ninguna de las mujeres se produjo rechazo al dispositivo. Por el otro se liberaron con éxito todas las dosis y además el medicamento llegó sin ningún problema al torrente sanguíneo, algo sobre lo que había dudas ya que como esperaban el organismo de cada sujeto creó en torno al invento una envoltura de tejido fibroso. En palabras de Robert Farra, uno de los responsables del ensayo, “el implante tuvo una eficacia terapéutica similar a la de las inyecciones subcutáneas”.

Es decir, que estamos ante el primer microchip subcutáneo wireless y programable ideado para administrar medicamentos completamente funcional, lo que supone un grandísimo avance ya que algo como esto le mejorará las condiciones de vida a millones de personas. Concretamente a todas aquellas que padezcan enfermedades que se tratan mediante la administración de fármacos inyectados, con los consiguientes problemas que eso acarrea; imaginemos por ejemplo el grandísimo cambio a mejor que supondría para un enfermo de diabetes el pasar de tener que inyectarse insulina tres, cinco, siete o hasta incluso nueve veces al día a ninguna.

Dicho todo esto, que nadie cante victoria definitiva. Aunque ciertamente se ha logrado solventar importantes escollos técnicos, todavía faltan algunos años de trabajo hasta que el dispositivo se pueda lanzar al mercado. En el peor de los casos, 10, que tampoco está mal.

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