S. Toto (Flickr)

Anualmente casi una veintena de japoneses tienen que ser repatriados al país asiático tras experimentar lo que se conoce como síndrome de París, una extraña enfermedad que parece ser producto del choque cultural, emocional y el cansancio originado tras visitar la capital francesa.

En 1986, el psiquiatra japonés Hiroaki Ota describía una extraña enfermedad, diagnosticada especialmente en turistas japoneses que habían visitado recientemente esta ciudad, a la que denominó "síndrome de París". Tuvieron que pasar casi dos décadas para aquel primer diagnóstico fuera luego confirmado en la revista francesa Nervure-Journal de Psychiatrie. La enfermedad, que afecta anualmente a una veintena de turistas japoneses, se debe al fuerte contraste cultural existente entre las expectativas de los nipones y la realidad parisina.

Los turistas han sido educados conociendo la capital francesa de manera idealizada. Qué mejor forma de imaginar París que mediante películas como "Amélie" o la recreación de escenarios tan típicos como la Torre Eiffel, los Campos Elíseos o Notre Dame. Pinceladas de una capital romántica y de ensueño, la Ciudad de la Luz es vista desde Japón desde cierta perspectiva pintoresca, bohemia y encantadora.

La realidad cuando muchos de estos turistas visitan París se abre ante los japoneses. En lugar de tanto paisaje ilusionante y tranquilo, la capital francesa respira bullicio, prisa y estrés. Lo normal en una gran ciudad, nada diferente a la rutina habitual de otras capitales europeas, como Londres, Berlín o Madrid.

Sin embargo, la idealización de la ciudad francesa es tal que puede afectar sobremanera a los turistas japoneses, debido a la idealización de la cultura francesa en la sociedad nipona. El síndrome de París se caracteriza por síntomas psiquiátricos como alucinaciones, sensación de ser perseguidos, ansiedad, taquicardias o sudores fríos.

Características por otra parte similares a las que se desarrollan con otras enfermedades, tales como el síndrome de Stendhal o el de Jerusalén. En el primer caso, la enfermedad fue descrita en el siglo XIX por el propio Marie-Henri Beyle, más conocido como Stendhal, tras visitar Florencia y quedar impresionado por las obras artísticas allí expuestas. La segunda enfermedad también consiste en un fenómeno psiquiátrico en el que los pacientes experimentan brotes psicóticos relacionados directamente con el fervor religioso.

En ambos casos, los síntomas son parecidos a los que desarrollan los individuos diagnosticados con el síndrome de París: problemas nerviosos y de agitación, con peculiaridades diferentes para cada tipo de enfermedad.

Este shock cultural hace que los japoneses que hayan experimentado el síndrome de París tengan que ser repatriados a su país de origen. En casos extremos, la propia Embajada de Japón pone a disposición de sus conciudadanos servicios de hospitalización de urgencia para el tratamiento de los enfermos.

Una mala forma de terminar una visita a la que, en mi opinión, es una de las ciudades más bonitas del mundo. Y es que los pacientes afectados, sean o no turistas japoneses, no podrán repetir nunca más las palabras de Rick en la mítica película Casablanca: "Siempre nos quedará París".

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