Cuando se firmó en 1999 la Declaración de Bolonia, documento que iniciaría lo que formalmente se conoce como Espacio Europeo de Educación Superior o EEES, muchos veían este nuevo proceso como una auténtica revolución en la enseñanza universitaria. El proyecto sería vulgarmente denominado Plan Bolonia y duramente criticado por docentes, investigadores y estudiantes. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? ¿Se pudo renovar el sistema educativo superior en la Unión Europea? Hay quien opina aquel documento de finales de noventa no consiguió sus propósitos a nivel comunitario, y en particular, que un gran fallo es que sobran universidades en España, pero, ¿es cierto?

Desequilibrio entre la oferta y la demanda universitaria

Por una parte, hace justamente un año, un informe publicado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Científicas contradecía las voces de los que creen que sobran universidades en España. Este estudio precisaba que existía un desajuste entre la oferta académica y la demanda de estudios. Por otra, las entidades académicas españolas comparten algunas características con sus homólogas latinoamericanas. Entre otras cosas, que en los ranking de las mejores universidades en el mundo no suelen aparecer universidades de España o Latinoamérica. Datos que avalan algunas de las críticas que también sufre el sistema de educación superior, y que han desembocado en esa repetida consigna de que sobran universidades en España:

  1. Su baja calidad frente a los recursos económicos consumidos;
  2. El sobredimensionamiento del tejido universitario. En España existen 79 universidades, cincuenta de las cuales son públicas y 29 privadas. Algo menos de un centenar de centros de enseñanza superior para un total de 50 provincias.
  3. El despilfarro del sistema universitario y su consideración por un sector minoritario de la sociedad como "una fábrica de parados"

La universidad latinoamericana tampoco está exenta de las críticas sobre su gestión. Algunas investigaciones hablan de un bajo acceso de la sociedad a estudios superiores, así como un reducido impacto de la I+D en la sociedad. Este punto también es compartido por la enseñanza superior en España, al existir un bajo número de innovaciones e invenciones, y una escasa relación entre el sector académico y la industria privada.

¿Existe la "titulitis" en la universidad?

Pero para poder criticar, y saber si efectivamente sobran universidades en España, necesitaríamos conocer de dónde venimos, y hacia dónde queremos ir. Por una parte, la segunda mitad del siglo XX es conocida por la gran expansión de la universidad**. En 1960 existían a nivel mundial 13 millones de estudiantes matriculados en la enseñanza superior, cifra que se multiplicó por seis a finales de los noventa. Que existan más personas que accedan a estudios universitarios es algo positivo en principio. Pero, ¿existe un exceso de titulitis? ¿Es esto un síntoma de que en verdad sobran universidades en España?

Salvando las distancias, podemos hacer una comparación entre lo que está ocurriendo en los centros de enseñanza universitaria y algunos de los institutos de investigación más reconocidos. La pasada semana, la Generalitat de Cataluña anunciaba la fusión de centros de I+D para ganar en competitividad. ¿Podría ser esta una posibilidad a considerar en las universidades? Debido a lo que se conoce como autonomía universitaria, cuando se desarrolló el Plan Bolonia, se dio un gran margen a las universidades para que prepararan su oferta formativa. ¿Qué ocurrió? A día de hoy existe una duplicación de titulaciones en universidades cercanas preocupante.

No tiene sentido afirmar en cierta manera que sobran universidades en España, pero quizás sí que hay que valorar la posibilidad de que falla la planificación existente. Por ejemplo, se imparten casi tres mil estudios de másters en España, pero, ¿con qué resultado? A menudo entre los estudiantes existen quejas de que la existencia de las titulaciones de postgrado ha provocado un considerable aumento de la matrícula universitaria, sin resultados claros en cuanto a la calidad de la enseñanza.

El paso dado por la Generalitat en materia de ciencia podría entonces ser trasladado a las universidades. En otras palabras, tratar de concentrar esfuerzos y reajustar el mapa de titulaciones. Eso permitiría una mejora considerable en la planificación educativa, pero, ¿estamos dispuestos a ello?

Por último, ¿es cierto que la universidad no sea nada más que una fábrica de parados? Si bien el momento de crisis económica que vivimos no es fácil, es cierto que contar con una titulación superior da cierta garantía de poder encontrar "más fácilmente" un empleo. O quizás, siendo irónicos, lo que ayuda es a preparar mejor las maletas para buscar oportunidades profesionales fuera de nuestras fronteras.

Volviendo a la idea de mejorar la gestión universitaria, sería importante no solo considerar la concentración de esfuerzos y recursos en materia de titulaciones entre diferentes universidades. También, por supuesto, adaptar la propia oferta académica a la realidad laboral. Algo complicado en los tiempos que corre, porque por ejemplo, ¿quién se hubiera imaginado hace tan solo cinco años el boom de los smartphones? La Universidad ha de adaptarse a los tiempos que corren, y también a la velocidad de las innovaciones tecnológicas. Solo eso permitirá mejorar su planificación y poder optimizar los esfuerzos que las entidades académicas realizan.

El debate sin duda está abierto, y es realmente complejo. Hacia dónde camine la universidad y los titulados superiores será una buena forma de analizar hacia dónde camina también nuestro futuro económico y nuestra competitividad.

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