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El astato es el elemento químico más raro de la Tierra. En la tabla periódica se representa con el símbolo At y el número atómico 85. Fue descubierto en los años cuarenta por Dale R. Corson, Kenneth Ross MacKenzie y Emilio Segrè, investigadores de la Universidad de California (Berkeley), y fue denominado así debido a que en griego, la palabra astatos significa inestable. Efectivamente, el astato tiene una vida media cortísima, pues presenta un período de semidesintegración de tan solo 7,2 horas.

El astato tiene 31 isótopos realmente inestables. En la naturaleza, este elemento químico es rarísimo. De hecho, la cantidad total de astato sobre la corteza terrestre no supera lo 28 gramos. En otras palabras, cinco veces más que una cucharada de harina, o algo menos de tres cucharadas de sal.

Sin embargo, en los laboratorios solo se han podido producir unos pocos microgramos, y debido a la alta radiactividad de este elemento, se requieren precauciones técnicas y de seguridad muy elevadas, para evitar problemas en los investigadores que trabajan con el astato.

Uno de los laboratorios que trabaja con este elemento químico raro, escaso y de corta vida media, es uno situado en el CERN de Ginebra, en particular, el ISOLDE Radioactive Ion Beam Facility. En estas instalaciones, el equipo dirigido por Valentin Fedosseev, ha conseguido estudiar la estructura atómica del astato con un experimento realizado gracias a una técnica conocida como espectroscopía de ionización por resonancia láser.

Gracias a su investigación, publicada en Nature Communications, los científicos han podido medir el potencial de ionización del astato. En otras palabras, los investigadores han conseguido conocer la energía que se necesita para arrancar un electrón del átomo (convirtiéndolo por tanto en un ión). Esta medida está relacionada con la reactividad química del propio astato, y con su estabilidad.

Según el equipo del CERN, el valor publicado podría ayudar a conocer nuevas aplicaciones de este elemento químico tan raro en nuestro día a día. Un ejemplo podría ser su utilización en radioterapia, ya que investigaciones anteriores apuntaban a sus ventajas en el tratamiento del cáncer (especialmente del isótopo 211-At), debido a sus propiedades. Existe incluso una patente que apunta al uso de liposomas radiactivos, debido a que la desintegración del astato provoca la emisión de partículas alfa, que presentan bajo poder de penetración y alta masa, capacidades que las hacen ideales para atacar las células tumorales una por una.

Aunque aún quedan años de investigación hasta que el astato pueda utilizarse de manera efectiva en radioterapia, lo cierto es que cuanto más sepamos de este elemento químico enigmático, más cerca estaremos de su uso en aplicaciones clínicas en medicina.

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