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Si alguien nos preguntara si pudiéramos trazar el mapa de las migraciones en Europa, nadie se imaginaría que podríamos contestar que la clave está en los genes de caracoles. Y es que estos pequeños moluscos, con los que seguro hemos jugado de pequeños, podrían darnos nuevas pistas sobre nuestra historia más reciente.

¿Pero cómo vamos a utilizar genes de caracoles para saber qué poblaciones migraron a según qué regiones? Aunque parezca increíble, existe una rama de la biología, conocida como biogeografía, que se dedica a estudiar la distribución de los seres vivos sobre la Tierra.

De esta forma, conociendo qué organismos están en qué zonas, podemos ir trazando una especie de mapa de la evolución biológica y la dispersión de las diferentes especies. Pero aún hay más. Si no solo nos fijamos en la distribución, y vamos más allá, tratando de explicar por qué están en esa zona del planeta, podemos obtener muchos más datos de interés. Por ejemplo, en el caso de los genes de caracoles, seríamos capaces de averiguar algunos movimientos migratorios europeos.

Esta es precisamente la idea con la que han trabajado investigadores de la Universidad de Nottingham. En su artículo, publicado en la revista PLOS One, tratan de entender por qué se parecen tanto los caracoles irlandenses a los caracoles del norte de España y el sur de Francia. ¿La clave? Un posible movimiento migratorio desde estas regiones a la isla, que explicaría por qué se conservan fósiles muy parecidos de hace 8.000 años en las dos zonas.

Para confirmar dicha hipótesis, los científicos británicos realizaron análisis genéticos sobre los fósiles encontrados en ambas regiones. Estudiando varios puntos de interés del genoma y comparando los resultados entre las muestras, los investigadores comprobaron que los patrones de los genes de caracoles eran bastante similares entre los especímenes encontrados en Irlanda y Carol/Ax Les Thermes en Francia y La Seu D'Urgell y Benasque en España.

En palabras de los científicos, estos resultados genéticos solo podrían ser explicados por un movimiento migratorio que se produjera desde la Península Ibérica hacia Irlanda hace algo más de 8.000 años. Aunque estos resultados preliminares deberían ser confirmados con análisis genéticos de otras especies, lo cierto es que la biogeografía nos muestra un capítulo, desconocido hasta el momento, de nuestra historia migratoria.

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