Un individuo tiene un rasgo sobresaliente que le permite mejor sobrevivir. Digamos por ejemplo un macho humano inteligente. Las hembras humanas detectan el rasgo y se aparean con él. El macho tendrá más descendencia que otros machos humanos menos inteligentes. A su vez, su descendencia será más inteligente por lo que los rasgos del macho original tenderán a perpetuarse.

Parece sencillo. Es la base de la selección natural de la que habló Darwin en el Origen de las especies. Aunque en tiempos de Darwin no siquiera existía el conocimiento de los genes.

Esto explica a grandes rasgos la evolución. Pero existían preguntas sin resolver. El propio Darwin se preguntaba por rasgos aparentemente inútiles como la cola del pavo real. Y en términos más genéricos la belleza. ¿Para qué sirve la belleza?

Lo cierto es que muchas especies tienen dimorfismo sexual: los dos sexos tienen una apariencia diferente siendo en general más grande y vistoso el macho. Los caracteres sexuales secundarios, los que distinguen ambos sexos pueden verse exagerados en muchas especies. Y la explicación no es clara.

Además de la inteligencia en los hombres hay algunos rasgos evidentes. Se supone que algunas partes de la belleza indican la posesión de buenos genes. Por ejemplo la simetría y la proporción. Machos simétricos y proporcionados son a la vez bellos y sanos. También la fuerza física. Estos rasgos son adaptativos en sí mismos.

Otra explicación, postulada por Fisher, es la de la retroalimentación. Un rasgo es positivo para una especie, por ejemplo la cola larga en ciertas aves. El rasgo es preferido por las hembras que seleccionan a los machos con cola más larga. El proceso se retroalimenta hasta que la cola comienza a ser exagerada, pero la preferencia se mantiene. Esto siempre que no suponga un problema de supervivencia para la especie.

El último modelo es el del handicap. El organismo es tan bueno genéticamente que se puede permitir el lujo de gastar energías en rasgos inútiles como una cola larga, un vistoso plumaje o un bello canto.

En todo caso, Darwin lo tenía claro:

La belleza es el resultado de una selección sexual.

Hoy nadie pensaría que la cornamenta de un ciervo es hermosa para agradar al hombre, pero en tiempos de Darwin eran necesario dejarlo claro:

Por otra parte, admito muy gustoso que un gran número de animales machos, lo mismo que todas nuestras aves más vistosas, muchos peces, reptiles y mamíferos y una multitud de mariposas de colores espléndidos, se han vuelto hermosos por el deseo de hermosura, pero esto se ha efectuado por selección sexual, es decir, porque los machos más hermosos han sido continuamente preferidos por las hembras, y no para deleite del hombre. Lo mismo ocurre con el canto de las aves.

Si esto ocurre en los animales, ¿qué pasa con los hombres? La respuesta, cómo no, es mucho más compleja. En nuestro caso interviene la mente, la psicología y hasta el cine y la televisión.

Los mecanismos descritos arriba son los mismos para el caso de los humanos. Pero en el pasado, había cánones estéticos distintos para las distintas razas. Sin embargo, las preferencias son manipuladas por los medios de comunicación. Así, desde que Marilyn Monroe arrebató los corazones de muchos hombres, la belleza en la mujer se ha hecho mucho más uniforme. O como diría la película musical de 1953 en la que Marilyn era protagonista: Los caballeros las prefieren rubias.

Tendrá razón o no Darwin y el resto de teorías, pero el enigma permanece. La belleza** puede parecer inútil, pero determina la vida y la sociedad.

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