Irrumpir en le panorama internacional con un gran éxito tiene sus inconvenientes. Las 7 películas de M Night Shyamalan posteriores a The Sixth Sense así lo demuestran. Porque a pesar de su enorme popularidad, todo indica que estamos hablando de un cineasta en continua decadencia, en la que After Earth podría dar pie a un largo impass en su filmografía. Nacido en la India, en 1970, creció desde pequeño en Pennsylvania, siendo temprana su afición por el cine, sobre todo cuando, a los 8 años, le regalaron una cámara Super-8, que estimularía su imaginación siguiendo el modelo de su mayor influencia en aquel entonces, Steven Spielberg. Tras estudiar en la Escuela Tisch de las Artes (TSOA), de la Universidad de Nueva York, y cambiarse el nombre de 'Manoj Nelliyattu' por el más asequible 'M. Night', inició una trayectoria tan personal como controvertida, que levanta tantos detractores encolerizados como fervientes admiradores. Y tal y como se puede apreciar por el vídeo, no soy el único que tiene esta misma apreciación sobre su trayectoria.

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Independientemente de que nos puedan gustar unos títulos más que otros de lo que no cabe ninguna duda es de la extraordinaria capacidad para crear atmósferas de Shyamalan. Algo que, por un lado, podría tener su origen en el tipo de historias que le interesan, siempre a mitad de camino entre la fantasía y la ciencia-ficción, desarrollando premisas terroríficas en ambientes cotidianos, y con una cierta tendencia al misticismo. También puede haber encontrado un gran apoyo en el equipo técnico del que se rodea, porque si ha mantenido relaciones profesionales más o menos estables con algunos de sus montadores, Tak Fijimoto ha sido el director de fotografía de tres de sus películas, siendo James Newton Howard el compositor de la mayor parte de las bandas sonoras de sus películas. Aunque claro, que todas estén rodadas en su pueblo, como aquel que dice, ayuda bastante a crear una coherencia visual, dado que salvo la primera que está rodada en la India y la última que se fueron hasta Costa rica, la mayor parte de las localizaciones de su filmografía se encuentran en Filadelfia o algún lugar de Pennsylvania.

Eric Kohn (Indiewire)

Por otro lado, cuando muchas veces defendemos que un cineasta debe identificarse con su obra, en el caso de Shyamalan, en ocasiones no es que vea muertos, es que me parece reconocer en algunos de sus personajes traumas que reflejan los suyos propios. Que en ocasiones aparezca interpretando determinados personajes de sus propias películas evidencia que estamos ante un ególatra, más que ante un seguidor de Alfred Hitchcock, otra de sus influencias confesas, quien sólo aparecía en su cine haciendo puntuales cameos, pero nunca pronunciando una sola palabra, salvo en las piezas de promoción que tan bien se le daban. Por otro lado, no puedo dejar de resaltar que incluso en aquellas películas que tienen toda mi aprobación de su filmografía, siempre detecto una línea descendente, porque comenzando siempre muy bien, van perdiendo fuerza e intensidad a medida que avanza la trama. Desde mi punto de vista, la misma trayectoria que se ha apoderado ya de toda su filmografía, siempre en línea descendente desde que irrumpiera con aquella mítica frase.

The Sixth Sense - películas de M Night Shyamalan

I see dead people

En ocasiones hizo otro tipo de cine

Como la gran mayoría, no conozco ninguna de las dos películas previas a su fulgurante éxito, en 1999, con The Sixth sense. La primera, Praying with Anger (1992), promete ser una obra muy personal al tratar de un joven hindú que vuelve a su país después de aprovechar una beca en los Estados Unidos. Como sucede muchas veces cuando alguien se ve forzado a emigrar, la vuelta resulta amarga, considerándole un extranjero en su propia tierra. Una condición con la que con toda probabilidad se identifica el propio cineasta que también protagoniza la película.

Seis años tendrían que pasar para que volviera a involucrarse en un proyecto cinematográfico, esta vez de corte mucho más comercial, aunque en un tono igualmente personal al ser él también el autor del guión. En Wide Awake nos encontramos con un niño de diez años que no encuentra consuelo ante la muerte de su abuelo. A pesar de que todos le aseguran lo feliz que debe estar en el cielo, Joshua (Joseph Cross) pretende encontrar la respuesta por sí mismo, peguntando a diestro y siniestro lo que significa experimentar la vida por primera vez. Un claro ejemplo de feel-good movie, que ni he visto, ni pretendo hacerlo.

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La fórmula no debió funcionar mal del todo, comercialmente hablando, no sólo porque al año siguiente se estrenaba una película como Stuart Little, dirigida por Rob Minkoff, pero de cuyo guión Shyamalan era autor —no voy a especular sobre su posible alter ego—, así como la oportunidad de dirigir la película que le revelaría como un cineasta para las masas. Curiosamente, la primera película como director Minkoff había sido una película de animación, The Lion King, con mantiene grandes vínculos con la última película película dirigida por Shyamalan, After Earth.

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La dualidad de un autor mainstream

Adelantándose a otro gran creador de bluffs, como Alejandro Amenábar, se estrenaba en 1999 una película que tenías que ver sí o sí: The Sixth Sense. Si el boca a boca había funcionado a las mil maravillas, que encima fuera después nominada a 6 premios Oscar, incluyendo guión, dirección y película, la colocaba indiscutiblemente como una de las grandes películas del año. Lo de Amenábar lo digo porque él mismo ha confesado lo chafado que se sintió cuando se dio cuenta que Shyamalan se le había adelantado con el giro de guión final que tenía previsto para The Others. Curiosamente, eso que siempre me pasa con las películas de Amenábar, que viendo el tráiler ya sé qué películas está copiando y mezclando, también me pasó con la propia película de Shyamalan, de la que quizás no supe entender como una mezcla entre The Exorcist y Ordinary People, como era la intención del director, pero de la que no tuve ninguna dificultad en predecir su final. Lo que tampoco impide que disfrutara la película de otra manera, quizás también porque en su reparto estaban Bruce Willis y Toni Collette, así como la presentación de Haley Joel Osment, cuyos rasgos faciales ya era en sí mismos inquietantes.

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A quien no supe reconocer en su momento fue al propio Shyamalan, que nos regala una de sus "logradas" interpretaciones en la piel del médico que sugiere que el niño está siendo víctima de malos tratos por parte de su madre. Me pregunto si alguien le habría sugerido a él mismo su irresponsabilidad al mostrar un personaje cuyos síntomas revelan una clara esquizofrenia, pero que representa como si los enfermos fueran los demás, que no ven muertos ni oyen voces en ninguna ocasión y bajo ningún concepto. A pesar de que esta era la tercera película de su filmografía, yo creo que todos coincidiremos en que se trata de la primera —contando a partir de aquí los 7 títulos a los que hago alusión en el título de esta entrada— en la que muestra realmente ese universo fantástico y místico del que ha hecho su marca personal y en el que reincidiría en su siguiente título Unbreakable, de nuevo teniendo a Bruce Willis como protagonista.

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Se trata de un homenaje al mundo del cómic, particularmente a todos aquellos que tienen a superhéroes como protagonistas. Una película con una cualidad ciertamente hipnótica a partir de la que se inició un curioso fenómeno en la filmografía de Shyamalan. Por un lado estaban los que habían quedado encantados con The Sixth Sense, que se sentirían defraudados por Unbreakable, pero por otro estaban los que no se habían quedado muy convencidos de la primera, que abrazarían con júbilo esta otra. Una dualidad que se extendería a la mayor parte de su filmografía. Personalmente encuentro ambas interesantes temática y emocionalmente hablando, pero ninguna consiguió hacerme entender la fiebre que había surgido en torno a M. Night Shyamalan, que ya en aquel entonces unos ensalzaban como el gran descubrimiento cinematográfico de la década, mientras que a otros les parecía un vendedor de humo extraordinariamente elegante. Como se suele decir, ninguno de los dos bandos llevaba la razón, pero algo habría de cierto en cada una de las posturas, pero, mucho me temo, que el resto de su filmografía serviría más para dar más la razón a los segundos que a los primeros.

Afianzando posturas opuestas

Dos años transcurrirían para que llegara Signs, en lo que se impondría como su ritmo habitual. Después de rechazar dirigir la cuarta entrega de las aventuras de Indiana Jones y el tercer capítulo cinematográfico de Harry Potter, aceptaba una oferta de Disney de 5 millones de dólares, por la que se convertiría en el guionista mejor pagado de Hollywood. La película lograría un notable éxito comercial, resultando decepcionante para una inmensa mayoría del público, que no reconocía las señas de identidad de sus películas previas. Además, volvía a reincidir en una cierta irresponsabilidad moral al defender que todo lo que sucede tiene un objetivo, un significado. Que se lo digan a las víctimas de crímenes, acidentes, atentados terroristas o que la naturaleza —por no mentar a Dios— les haya "bendecido" con alguna enfermedad de las consideradas raras. A mi me parece un discurso un poquito inmoral. Y el caso es que, como siempre, la película empezaba muy bien, para ir perdiéndose por el camino, a mi modo de ver. Eso sí, todos los niños estaban mucho mejor que Mel Gibson.

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En oposición, los que disfrutaron con la película de extraterrestres, se sintieron completamente engañados por The Village, que fue ensalzada por los que despotricaron de Signs. Creo que, objetivamente, podemos afirmar que ambas películas atesoran esa capacidad de Shyamalan por crear atmósferas inquietantes, dotadas de un misticismo que para muchos será superficial. Seguro que otros encuentran resonancias al famoso mito de la caverna platónica, como le sucedió a un servidor, motivo quizás por el que sí disfruté una película en cuyo reparto se integraban Joaquin Phoenix, Bryce Dallas Howard, William Hurt, Sigourney Weaver y Adrien Brody (antes de revelarse como otro bluff del cine contemporáneo).

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Galopando hacia la decadencia

Uno de los verdaderos puntos de inflexión de su trayectoria se produce con el estreno de Lady in the Water. Título en el que por primera vez se evidencia su frustración y rechazo ante la respuesta de muchos hacia su cine, que se ve reflejado tanto en ese crítico de cine que representa Bob Balaban, como en el hecho de que Shyamalan se vea a sí mismo como un ser salvador que nos guiará hacia la salvación. ¿No debería haber ido al mismo médico que rechazo David Lynch? Porque si para unos la sanción podría representar la pérdida de la creatividad, se me antoja que en el caso de Shyamalan podría revelarse como su florecimiento. Creo que ya nunca lo sabremos.

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Dos años después, empeñado en demostrar que podía abordar temas ecológicos desde la misma perspectiva sobrenatural que caracterizaba el resto de su filmografía, nos presenta The Happening, con claras referencias hitchcockianas, pero con la que ya no consigue engañar a nadie, a pesar de que, a tiempo pasado, quizás sea una de sus películas más honestas. En esta época también se le ocurrió hacer bandera de su supuesto toque místico-fantástico en una producción de terror, Devil, que producía a partir de una idea suya, siendo dirigida por John Erick Dowdle —que había dirigido también Quarantine, la versión estadounidense de [Rec]. Una película totalmente fallida que fracasaba en todos sus frentes: como película de terror, metafórica y mística, y cuyo delirio de convertir en una trilogía quedaba inmediatamente cancelado.

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Pero lo peor estaba por llegar. Basada en una popular serie de animación creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, The Last Airbender, que se iniciaba como una nueva saga cinematográfica con todos los ingredientes que habían caracterizado su filmografía, se convertía en uno de los grandes fracasos del año, consiguiendo 9 nominaciones a los premios Razzie de las que se llevaría 5: peor actor de reparto para Jackson Rathbone, peor guión y dirección para Shyamalan, peor película y peor uso del 3-D. Podría decir muchas cosas más, pero creo que la película habla por sí misma, así como la cancelación de las secuelas previstas. ¿Se estará descojonando en el limbo de los personajes de ficción el crítico de cine que interpretaba Bob Balaban?

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En busca de la segunda oportunidad

Haciendo enmienda de su fracaso, tres años tendrían que pasar para que se estrenase una nueva película dirigida por M. Night Shyamalan. Comercialmente hablando After Earth no está dando los resultados que se esperaban, no ya de una película dirigida por él, sino se un blockbuster protagonizado por Will Smith y su hijo. De hecho, es la primera vez que Shyamalan trabaja en una película de la que no es el autor del guión porque, aunque aparezca acreditado como guionista, los verdaderos autores son Gary Whitta y Will Smith, siendo una idea original de este último, que también produce la película —bueno, su mujer, pero lo que se hace en familia, en casa queda. Un servidor ya se expresó muy libremente en la crítica de la película, que llega hoy mismo, 28 de junio, a las salas españolas.

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Personalmente, no me cabe ni la menor duda de que estamos ante un cineasta que teniendo la capacidad de sorprender con un título y mantenerse con el segundo, no supo hacerlo con el resto de su filmografía. Uno de sesos directores a los que se les pone una etiqueta, que parecen asumir como propia, explotándola al máximo, pero sin ofrecer ni evolucionar hacia ninguna parte. De momento, la próxima parada de Shyamalan será la pequeña pantalla, para la que desarrolla Wayward Pines. Una serie de Chad Hodge —creador de series como Runaway y The Playboy Club— a partir de una novela de Blake Crouch, que está protagonizada por Matt Dillon y Melissa Leo. Es obvio que sigue siendo un trabajo alimenticio que me cae mal desde el momento en que es descrito como un thriller en la línea de Twin Peaks. No porque tenga nada en contra de la inquietante serie de David Lynch, sino precisamente por todo lo contrario.

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