Las conferencias de Sony y Microsoft en el E3 sirvieron para despejar muchas dudas sobre las consolas de nueva generación de ambas compañías. Así, por ejemplo, vimos por primera vez el aspecto final de PlayStation 4 y se reveló que la primera en llegar al mercado será Xbox One, que lo hará en noviembre. Pero, sobre todo, sirvió para que los japoneses tomasen la delantera en este combate de Xbox One vs PS4, pues no sólo tendrán un dispositivo más económico, sino que, además, no han caído en muchos de los errores que han cometido sus rivales. Pero, eso sí, es muy pronto para decir que Microsoft haya perdido la batalla, ya que tiene varios ases en la manga.

Por lo tanto, aunque parece que se va a tratar de un combate desequilibrado, los de Redmond pueden tratar de aprovechar sus puntos fuertes. El primero, y tal vez el más importante, es que Xbox One estará disponible antes que PlayStation 4. La sucesora de Xbox 360 contará con una ventaja de aproximadamente un mes, pues se podrá adquirir desde noviembre, mientras que PS4 no aterrizará hasta diciembre.

Aunque todavía no se conocen las fechas concretas, este pequeño intervalo podría resultar crucial si hay problemas de distribución de cara a la campaña navideña. De todos modos, parece difícil que este mes de ventaja vaya a suponer una diferencia considerable, pues no es un período de tiempo lo suficientemente grande como para hacer que los usuarios indecisos prefieran no esperar.

La diferencia de precio, por otro lado, tampoco debería verse como un punto en contra de Xbox One. Es cierto que cuesta 100 dólares más, pero esto se debe a que incluye la nueva versión de Kinect, así que está justificado. El problema es que sería un factor que se tendría mucho menos en cuenta si las condiciones de uso de ambas consolas fuesen idénticas. Sin embargo, los usuarios no están preocupados por el precio (o, al menos, no es su principal preocupación).

Pero no ha sido así. Microsoft ha apostado por unas restricciones que resultan incomprensibles si no vienen impuestas por la industria; y el hecho de que Sony no las haya implementado acaba con esta posibilidad. Los problemas para prestar juegos o adquirir títulos de segunda mano y la conexión constante (en realidad, cada 24 horas, pero en la práctica casi igual de molesta) ponen a Xbox One un peldaño por detrás y hacen que la diferencia de precio cobre más importancia de la que tiene.

Obviamente, no está todo perdido. Para empezar, es muy posible que en Redmond ya estén pensando cuándo tendrá lugar la primera rebaja del precio de su consola. Nuestro compañero Eduardo Marín comentaba en tono jocoso que Sony había decidido antes de la presentación el precio de PlayStation 4 y, aunque lo más probable es que no fuese así, tampoco sería completamente descabellado. No siempre es mala idea vender a precio de coste o, incluso, con pérdidas si esto supone hacerse con una gran cuota de mercado. Los ingresos pueden llegar por otro lado.

Otra opción es que en Microsoft busquen cómo saltarse las restricciones que ellos mismos han impuesto (o, al menos, mitigarlas). Supondrá admitir que estaban equivocados, pero no parece que haya otra solución a corto plazo. De todos modos, tampoco hay que esperar decisiones precipitadas, pues la expectación es enorme y hay una ingente base de usuarios fieles que adquirirá Xbox One en cuanto se ponga a la venta. Tampoco se pueden ignorar los juegos exclusivos con los que contará la plataforma (en este sentido se puede decir que ambas compañías han hecho los deberes). Esto permitirá ver cómo responden la consola y el mercado y actuar en consecuencia, además de explotar sus puntos fuertes (principalmente, llegar antes y todo lo que aporta Kinect). Pero, en cualquier caso, a día de hoy Sony lleva la delantera.

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