Braindead

Ayer en el artículo que publicamos sobre el síndrome de Cotard se generó un buen debate sobre si era o no correcto hablar de 'muertos vivientes'. Dado que la filmografía sobre zombis es extensa, tal y como nos resumió Luis M. Álvarez en este post, hoy era inevitable que tocáramos la parte más científica del cine con una de las películas más conocidas de este género: Braindead.

Para cualquier geek (o mejor dicho retrogeek), Braindead es una película de culto. Sorprendentemente fue dirigida por Peter Jackson, conocido por todos por rodar El Señor de los Anillos. Y si no has visto Braindead, traducida en España por Tu madre se ha comido a mi perro y en Latinoamérica por Muerto de miedo, quizás este sea el momento de ver una de las películas de zombis más famosas.

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De hecho, Braindead cumplió veinte años en 2012, como os contamos en ALT1040. Llena de excentricidades, y un humor negro no, negrísimo, la historia gore comienza cuando el mono-rata de Sumatra, un bicho feo donde los haya, muerde a la madre del protagonista, Lionel, que se convierte poco a poco en zombi.

¿Por qué nos interesa hoy esta película? Ayer cuando hablábamos del síndrome de Cotard, comparándolo con el estado de 'muerto viviente', un lector nos comentaba que no debíamos utilizar esa metáfora. La razón estaba en que esta enfermedad no es producida por ningún agente biológico o químico, sino que se trata de un trastorno psiquiátrico. Recogiendo el guante, hoy queremos ver (científicamente) de dónde vienen los zombis, y por qué existe esa creencia popular sobre los muertos vivientes.

En Braindead el origen de los zombis está en el mordisco del mono-rata de Sumatra, como hemos dicho. ¿Pero de dónde viene el término zombi? ¿Cuál es su historia? Tenemos que viajar hasta la República de Haití, uno de los países más pobres del mundo, para descubrir en la cultura popular la zombificación.

En el folklore popular de este país, se cree que los zombis se originan por una experiencia mágica, más cercana a la brujería que a la ciencia. Sin embargo, en los años ochenta, un antropólogo estadounidense, Wade Davis, doctor en Etnobotánica por la Universidad de Harvard, decidió resolver el misterio: ¿de dónde venían realmente los zombis?

Para desvelar el secreto, Davis se propuso entender qué era en realidad el conocido como polvo de los zombis, utilizado de manera habitual en la cultura vudú. ¿Qué era aquella mezcla? ¿Tenía que ver con el proceso de zombificación? Y si era así, ¿qué hacía que ese polvo convirtiera a las personas en muertos vivientes? Haciendo una extraña comparación con Braindead, el polvo de los zombis debía de ser algo parecido al mordisco del mono-rata de Jackson.

Lo que vio Davis, en su trabajo con Nathan Kline y Heinz Lehman, dos famosos investigadores del área de la psicofarmacología, es que para preparar el misterioso polvo, los nativos utilizaban plantas como Mucunia pruriens, anfibios como Rhinella marina o peces como Spheroides testudineus (conocido como “fugu” por la población local, y utilizado a menudo en la cocina japonesa). ¿Y dónde estaba el truco?

Algunas de estas especies contienen toxinas peligrosas. Tal es el caso del fugu, que presenta tetrodotoxina (TTX), responsable de inducir parálisis motora, hipotensión, bajadas repentinas de la presión sanguínea, cese momentáneo de la respiración y/o del pulso sanguíneo, y estado de catalepsia.

¿Qué ocurre realmente con los zombis, o al menos con los zombis haitianos? Desde el punto de vista de la medicina moderna, algunas personas eran envenenadas con estos preparados mágicos (tóxicos, en realidad), y debido a los efectos de esta toxina, se creían que estaban muertos, ya que se encontraban totalmente paralizados.

Tras enterrarlos vivos, sufrían posteriormente lo que se denomina esquizofrenia catatónica, un síndrome en el cual estos pacientes pasaban de estar inconscientes y paralizados, a una etapa de plena actividad y estupor. Este segundo momento coincidía cuando los individuos despertaban y se encontraban con que habían sido enterrados. Imagínense la situación.

Cuando eran desenterrados, las pobres personas que habían consumido el polvo de los zombies, se comportaban como auténticos muertos vivientes. Y a pesar de la elevadísima toxicidad de la TTX, lo cierto es que la farmacología moderna está tratando de aprovechar sus propiedades. De hecho, algunas compañías han patentado ya este compuesto, puesto que podría ser utilizada en el tratamiento del dolor.

Como vemos, detrás de los zombis existe mucho más ciencia de la que en un principio podríamos imaginar. Existe una explicación racional a la zombificación haitiana, e incluso, en el futuro podríamos beneficiarnos de algunos de estos preparados mágicos. Y es que la ciencia y el cine son una mezcla muy interesante para averiguar más sobre el mundo que nos rodea.

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