Han pasado unas horas desde que se ha dado a conocer la sentencia que tendrá que cumplir el Soldado de Primera Clase Bradley Manning tras haber filtrado los documentos secretos a WikiLeaks. Manning fue hallado culpable de una veintena de cargos (5 de ellos de espionaje) en un Consejo de Guerra y, tras la vista que debía determinar su sentencia, la juez militar le ha condenado a 35 años de prisión.

Es cierto que la fiscalía pedía 60 años, se enfrentaba a una pena máxima de 90 años de reclusión y se esperaba una condena ejemplar para evitar más filtraciones como las de Bradley Manning o Edward Snowden; sin embargo, 35 años en prisión por contar la verdad es una vergüenza si lo comparamos con las penas impuestas a militares estadounidenses que han cometido delitos como el asesinato o la tortura en Irak o Afganistán. Para poner un poco en contexto lo que estoy comentando, el Sargento Graner, que fue uno de los militares implicados en las torturas cometidas en la Prisión de Abu Ghraib en Irak, cumple una pena de 10 años de prisión tras su Consejo de Guerra.

Filtrar documentos con el objetivo de sacar a la luz la verdad y que la opinión pública conozca lo que estaba pasando en Irak o Afganistán, ha sido considerado finalmente como un acto de espionaje (y recordemos que durante el juicio se acusó a Bradley Manning de "traidor", es decir, de ayudar al enemigo) y se ha castigado con 35 años de cárcel; el triple de condena que practicar torturas.

Más que una condena es un aviso

Aunque Bradley Manning pueda solicitar dentro de 8 años y medio la revisión de su caso para optar a la libertad condicional, nadie puede garantizar que ésta le vaya a ser concedida. De hecho, lo único que sabemos seguro es que su condena es de 35 años y que, por tanto, en el peor de los casos, saldría de la prisión con casi 60 años.

Al no haber sido encontrado culpable de ayudar al enemigo, Bradley Manning eludió la reclusión perpetua; una "bala" que pudo esquivar, aunque la fiscalía intentó mostrar al jurado militar que en la guarida de Osama Bin Laden se habían encontrado documentos procedentes de WikiLeaks y que, por tanto, Al-Qaeda usaba esta página web "como referencia de información". La reclusión perpetua hubiese sido "el gran aviso" que esperaba la fiscalía y, por tanto, el Gobierno de Estados Unidos; un gran escarmiento que sirviese para evitar más Mannings en el seno de sus Fuerzas Armadas o más Snowdens dentro de sus servicios de inteligencia.

35 años es una condena para tomarse en serio, un castigo que en mi opinión sigue siendo ejemplar porque revelar la verdad se paga mucho más caro que matar o torturar; un hecho sobre el que vale mucho la pena reflexionar y que, sin duda, da mucho que pensar sobre el funcionamiento de la Justicia en Estados Unidos y en su Ejército.

Ingenieur

Entre filtrar y espiar hay una sutil diferencia

Tanto Bradley Manning como Edward Snowden son tildados de traidores y espías por el hecho de haber filtrado información clasificada a la opinión pública y a la prensa con el objetivo de dar a conocer la verdad real y no "las verdades oficiales". En mi opinión, hay una sutil diferencia entre "filtrar" y "espiar" aunque las definiciones del diccionario sean parecidas.

Robert Hanssen era un agente del FBI que durante más de 20 años vendió información sobre inteligencia a Rusia y la Unión Soviética; espiaba para otra nación y vendía secretos por dinero y se había hecho con 1,4 millones de dólares entre dinero en efectivo y diamantes. Aldrich Ames era un agente de la CIA que también espió para la Unión Soviética y Rusia y cumple cadena perpetua por haber traicionado a agentes estadounidenses y vendido secretos oficiales. Anna Chapman fue una espía rusa que fue detenida en Estados Unidos y que se deportó a Rusia en un "intercambio de prisioneros". Tres casos de personas que estaban al servicio de potencias extranjeras.

¿Y qué tienen en común estos casos con el de Snowden? En mi opinión, nada; sin embargo, los protagonistas de estos casos y Manning han sido catalogados como espías.

Filtrar información para que se conozca la verdad no es un acto de espionaje, al menos no debería serlo si es el Gobierno el que miente a los ciudadanos de manera deliberada y oculta la verdad de lo que realmente está pasando porque "les resulta incómodo". Precisamente, para evitar que esto pase es necesaria la gente como Snowden o Manning; personas idealistas y comprometidas que dicen "basta" y deciden mostrar al mundo lo que está pasando aunque, eso sí, por lo que hemos podido ver las consecuencias para ellos han sido grandes.

Las filtraciones en Estados Unidos

He de reconocer que el caso de Bradley Manning me ha llamado mucho la atención en estos casi tres años. Las revelaciones de WikiLeaks sobre lo que pasaba en Irak y Afganistán o la publicación de las comunicaciones internas del Departamento de Estado (que nos mostraban cómo "el aparato diplomático" de Estados Unidos presionaba a otros países para manejar determinados asuntos a su manera) nos hizo ver a Estados Unidos de una manera bien distinta y, además, gracias a Internet todo el material circuló rápidamente y a escala global.

Hasta entonces, las filtraciones acontecidas en Estados Unidos se habían reducido a casos de espionaje real (venta de secretos oficiales a potencias extranjeras como la Unión Soviética o China) y, como no, algunos escándalos históricos de filtraciones a la prensa que, incluso, terminaron costándole el puesto al Presidente Richard Nixon.

Pues sí, antes de Bradley Manning y Edward Snowden, Estados Unidos también tuvo casos de ciudadanos comprometidos que no estaban de acuerdo moralmente con lo que hacía su Gobierno y decidieron sacar a la luz la verdad y darla a conocer a la opinión pública. Hoy en día, la sociedad estadounidense considera a estos "espías" de auténticos héroes que lucharon contra la corrupción del sistema; unos casos que, honestamente, no creo que disten mucho de lo que ha hecho Manning o Snowden y que, sin embargo, a estos se les considera espías traidores.

El escándalo Watergate

El nombre de Watergate forma parte de la historia, un escándalo político que terminó con la carrera de Richard Nixon como Presidente de Estados Unidos. Nixon tuvo que dimitir el 8 de agosto de 1974 tras revelarse que tanto el Presidente como sus asesores habían orquestado una trama para espiar al Partido Demócrata durante la campaña electoral en 1972.

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Concretamente, Nixon y su equipo habían utilizado recursos públicos (de la CIA) para pinchar las oficinas de campaña del Partido Demócrata y, durante la intrusión a las oficinas, los guardias de seguridad del edificio Watergate alertaron a la policía y se detuvo a 5 personas vinculadas tanto con el Partido Republicano como con la CIA. Si bien desde la Casa Blanca se intentó silenciar este hecho y se presionó tanto a los detenidos como a otros estamentos gubernamentales, dos periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, desliarían la madeja para apuntar directamente a la Casa Blanca como origen de este espionaje.

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Bob Woodward, Carl Bernstein y Benjamin Bradlee en The Washington Post

Bernstein y Woodward no actuaron solos, el Watergate estalló gracias a un informador anónimo (apodado "Garganta Profunda") que guió los pasos de estos periodistas para que la opinión pública conociese la verdad y la presión, por tanto, desatascase el caso y se llegase hasta el final.

Los dos periodistas del Washington Post nunca revelaron el nombre de su fuente, de hecho hasta el año 2005 nunca se supo la verdad. El informante del caso Watergate había sido el director adjunto del FBI en la época de Richard Nixon, W. Mark Felt (que moriría en 2008). Que se hubiese conocido el nombre de Felt en aquel entonces, seguramente, habría terminado con su carrera en el FBI pero, sin duda, si no hubiese intervenido, la historia sería muy distinta.

Mark Felt - Bradley Manning
Mark Felt, "Garganta Profunda" Imagen: Business Insider

Los Papeles del Pentágono

Quizás el escándalo del Watergate nos parezca desconectado con Manning y Snowden al ser una trama civil y política; sin embargo, Estados Unidos cuenta en su haber un caso muy parecido al de Manning, que se desarrolló durante la Guerra de Vietnam.

El famoso "Incidente del Golfo de Tonkin", que tuvo lugar el 2 agosto de 1964, fue la fecha oficial en la que Estados Unidos arrancaría la Guerra de Vietnam; sin embargo, este hecho no era cierto y este incidente fue inventado por la Administración del Presidente Lyndon B. Johnson para iniciar un conflicto armado que, realmente, había empezado mucho antes.

Pues sí, la implicación de Estados Unidos en Vietnam se había iniciado al finalizar la Segunda Guerra Mundial sin que la opinión pública lo supiese. Una información clasificada que el Secretario de Defensa Robert McNamara había encargado recopilar en un gran expediente sobre las operaciones de Estados Unidos en Vietnam y posibles evaluaciones sobre la resolución del conflicto. Esta información, agrupada bajo el nombre de "United States – Vietnam Relations, 1945–1967: A Study Prepared by the Department of Defense", fue recopilada por un grupo de militares y expertos civiles entre los que se encontraba Daniel Ellsberg, un antiguo militar de inteligencia y analista de la Corporación RAND (asesora del Departamento de Defensa).

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Business Insider

Al trabajar en este informe, Ellsberg pudo comprobar cómo Estados Unidos había ordenado ataques de los Marines antes del incidente de Tonkin, se habían realizado operaciones en Laos (país con el que no se estaba en guerra) y que, por tanto, tanto el Presidente Johnson como Nixon estaban mintiendo deliberadamente a los estadounidenses. De hecho, según estos informes, Estados Unidos no iba a ganar esta guerra y, sin embargo, Nixon quería reactivar las operaciones militares (a pesar del desencanto y las protestas ciudadanas).

Con este contexto, Daniel Ellsberg decidió, en un acto de valentía, realizar fotocopias de documentos secretos pertenecientes a este expediente y, con la ayuda del Senador Edward Kennedy, filtró información a The New York Times. En la edición del domingo 13 de junio de 1971, el NY Times publicó un extracto de los documentos; un hecho que provocó que el Gobierno de Nixon solicitase una orden judicial que, durante 15 días, prohibió a este periódico publicar más información sobre los "Papeles del Pentágono".

Ante esta situación de bloqueo, Ellsberg filtró los documentos a The Washington Post y otros 17 periódicos más y, al verse desbordada, la Administración de Nixon no pudo hacer mucho. El 30 de junio, la Corte Suprema levantó el veto de las publicaciones al New York Times en una sentencia que se consideró como una gran victoria para la libertad de prensa en Estados Unidos (sobre todo si tenemos en cuenta que desde los tiempos de Lincoln no se paralizaba la publicación de un periódico de gran tirada).

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Ninguno de los periódicos reveló la identidad de su fuente pero dado que el acceso a estos papeles estaba muy acotado, Ellsberg se escondió durante 13 días sospechando que el Gobierno ataría los cabos. Efectivamente, así fue y desde el Gobierno se orquestó una campaña para desprestigiar a Ellsberg y, en general, al "oficio de filtrador". Al igual que Bradley Manning, Ellsberg se enfrentó a un duro proceso judicial por Espionaje y otros cargos (incluyendo los de robo y conspiración), delitos por los que podía cumplir una pena de 115 años de prisión (a pesar de haberse entregado voluntariamente a las autoridades). Dado que el Gobierno había influido en la fiscalía para desprestigiar a Ellsberg y se habían, incluso, falseado pruebas y también estalló el Escándalo Watergate, Ellsberg al final pudo salir airoso de todo lo acontecido.

Daniel Ellsberg es, hoy en día, un reconocido activista político que se ha manifestado a favor de las acciones de Bradley Manning y Edward Snowden aunque, viendo el contexto actual, estos dos "filtradores modernos" no van a poder tener tanta fortuna.

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