Cuando se habla de los drones o vehículos aéreos no tripulados, normalmente solemos pensar en la flota de aviones no tripulados de Estados Unidos que se usan en misiones de vigilancia y también de combate. Afortunadamente, no siempre los drones se aplican en estos escenarios y existen iniciativas que usan estos vehículos para la protección del medio ambiente o vigilar playas atestadas de bañistas (y alertarles de la presencia de un tiburón). Siguiendo esta senda de usar los drones en causas nobles, un grupo de arqueólogos de Perú ha decidido aprovechar esta tecnología para luchar contra el expolio y el maltrato de los yacimientos arqueológicos de Machu Picchu.

La idea, francamente, es interesante y es buen ejemplo que demuestra que el uso de drones no siempre es militar. De hecho, no es la primera vez que se utilizan vehículos aéreos no tripulados en yacimientos arqueológicos y, por ejemplo, se han usado previamente para tomar fotografías aéreas o para escanear una zona geográfica y crear un modelo 3D basado en capturas aéreas. Ahora, el objetivo es usar los drones en tareas de vigilancia con el objetivo de proteger yacimientos arqueológicos de posibles expolios o malos tratos provocados por la explotación minera (sin control) o por efectos de la especulación urbanística (sin respetar el entorno o hallazgos arqueológicos).

¿Y por qué usar drones? Según los responsables de la iniciativa, la economía de Perú ha crecido una media del 6,5% anual en la última década y esta activación de la economía ha provocado que aumente la actividad del sector minero y de la construcción (y esta actividad no siempre ha sido respetuosa con los tesoros arqueológicos del país). Según los arqueólogos, aún se está trabajando, cerca de Lima, en los restos de una pirámide de 5.000 años de antigüedad que fue dañada por una constructora que primó su negocio frente a la preservación del hallazgo y, cerca de la ciudad Pre-Inca de Yanamarca, la actividad minera dañó unas estructuras de piedra de esta ciudad; por tanto, necesitan medios para poder evitar que este tipo de sucesos se sigan produciéndose.

El Ministerio de Cultura de Perú es uno de los impulsores de esta idea que, además de proteger los yacimientos arqueológicos, tendrá también como objetivo la documentación fotográfica (y con modelos 3D) de todos los lugares por si, alguna vez, hubiese que emprender tareas de restauración. El Gobierno correrá con los gastos de adquisición de los drones y, de esta forma, se agilizarán los plazos de inspección de un lugar para determinar si un hallazgo arqueológico puede paralizar o retrasar una obra o cualquier otro tipo de explotación comercial.

Según los datos del Ministerio de Cultura, Perú tiene alrededor de 13.000 yacimientos arqueológicos a proteger y solamente 2.500 están bien protegidos y delimitados; un reto en el que los drones tienen mucho que aportar para agilizar el trabajo.

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