Grooveshark es un servicio de música en streaming creado en el año 2006 y estrenado en 2007, justo en el momento en el que comenzó el declive de MySpace y el auge de Facebook primero y Twitter después. De los jugadores en la industria del streaming musical actual, tan solo Pandora había comenzado su aventura. Spotify y Deezer eran proyectos que todavía tardarían unos meses más en despegar. A pesar de que los fundadores de Grooveshark tuvieron un producto casi pionero, con las ventajas que eso supone, la trayectoria de esta compañía estadounidense está marcada por una actividad situada en la delgada línea de lo legal e ilegal.

Grooveshark nunca ha tenido en cuenta que todas las partes tienen que ganar en el negocio

Cuando hablamos de música y de nuevos modelos de negocio para que la industria salga adelante, siempre surge el debate del streaming, su sostenibilidad y su papel de intermediario entre los artistas, las discográficas y el público. Sin embargo, es frecuente que se olvide algo fundamental: que para que haya un nuevo modelo que sustituya al anterior, todas las partes deben salir ganando. Y Grooveshark no ha parecido preocuparse por esto nunca. De otro modo, no habría sido demandado por las cuatro grandes compañías discográficas (EMI, Sony, Warner y Universal), que no ven con buenos ojos que el usuario tenga facilidades para subir al servicio cualquier canción, que inmediatamente puede ser escuchada por todo el mundo y sin el permiso de sus autores o de los dueños de la autoría —generalmente, las propias disqueras—. En ciertos momentos de los últimos años, Grooveshark accedió a firmar acuerdos con las casas discográficas para reproducir su catálogo con el consentimiento y la tasa correspondientes, pero esos acuerdos tardaban poco en deshacerse, por lo que el servicio a veces sí podría ser considerado como legal y, otras —la mayoría— no.

Modelo de negocio

Grooveshark tiene alrededor de 30 millones de usuarios en todo el mundo y su catálogo se estima en más de 15 millones de canciones. A finales del pasado mes de abril, el CEO de la compañía, Sam Tarantino, confesó que estaba casi arruinado porque entre 2011 y 2012 'fuimos golpeados en la cara 10.000 veces'. Y, de hecho, dijo que él mismo 'sólo' ganó 60.000 dólares en 2012. En comparación con los 580 millones de dólares de ingresos que tuvo Spotify en 2012, sí parece una cifra algo pequeña. Entonces, ¿dónde está el negocio de Grooveshark? En la publicidad que tiene insertada en su página —recordamos que su principal apuesta es la versión web, no las aplicaciones— y en los acuerdos comerciales que firme con determinadas marcas.

El problema del dinero que ingresa Grooveshark es que viene de una actividad que se basa en infracciones continuas de copyright que, además, no son controladas de manera efectiva. Y si no, que alguien pruebe a subir ahora mismo la canción preferida de su artista favorito. Rara vez será removida. ¿Qué sucede? Que uno de los principales incentivos que tienen los usuarios para ingresar en Grooveshark es escuchar lo que no encuentran en otros servicios, pero, claro, el problema es que nadie está pagando por el uso de los derechos de esa música. Por tanto, y aunque esto debería determinarlo un juez, la empresa se estaría lucrando a costa de no pagar licencias.

Un futuro negro

Con todo y con eso, Grooveshark sigue en pie. Las últimas noticias apuntan a que podría anunciarse muy pronto un acuerdo con EMI, que serviría para acabar con la disputa legal entre ambos. Podría ser el primer paso para intentar hacer las paces con las otras tres majors y seguir por la senda que ya tomaron Pandora y compañía, pero entonces habría que preguntarse si ya es demasiado tarde para que Grooveshark se haga un hueco en el streaming de música. Más teniendo en cuenta que tanto Apple con iTunes Radio y Google con Google Music son los dos últimos rivales que han entrado a la puja.

Desde luego, si Grooveshark no da un golpe de timón y presenta algo realmente diferenciador y que contente a todos los interesados en la industria musical, tiene muy complicado seguir existiendo. Y el problema no son los usuarios, contentos de usar un servicio gratuito y que funciona bien, sino las discográficas, Google y un horizonte como empresa que no está nada claro.

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