Hace justo un año, Marlboro puso a la venta su primer cigarrillo electrónico. Llegó justo en el apogeo de este producto, cuando apenas se sabía mucho sobre los efectos reales frente a los del tabaco pese a que llevaba produciéndose en China desde 2006. Era la época donde muchos curiosos querían probar este formato, así como quienes querían dejar de fumar cigarrillos tradicionales o al menos moderar su consumo, y veían en el cigarrillo electrónico una alternativa viable y aparentemente sana. Los pioneros se hacían con uno de ellos comprándolo online.

Tan sana parecía esta forma alternativa de fumar, que casi nadie ponía pegas al vacío legal del que se aprovechó. En España, donde el cigarrillo electrónico se abrió un hueco importante, era habitual ver fumar con él hace un año en interiores, incluso en puestos de trabajo, donde por suerte el consumo de tabaco lleva años prohibido. Nadie sabía muy bien hasta qué punto era más sano que el tabaco, pero los genios del marketing se inventaron una palabra para controlar el lenguaje y que este producto lo pareciese: "vapear". En cierto modo tenían razón, el cigarrillo electrónico no desprende humo, pues no hay combustión alguna, sino que desprende vapor.

Y España sucumbió

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En el verano de 2013, el cigarrillo electrónico arrasó en España. Al margen de la regulación de entornos de utilización de este producto, se produjo otro vacío legal también sobre su distribución y venta. Era difícil caminar por la calle y no encontrarse con gente con uno de ellos colgado al cuello (como en 2004, cuando alguien nos convenció de que era buena idea llevar colgando el móvil o las llaves de casa) o fumando "vapeando" con él.

Costes de apertura muy bajos y un producto de moda efímera. Burbuja inevitable.Videoclubs, cibercafés, kebabs, compraventa de oro, yogur helado... Modelos de negocio que comparten raíces: apertura de numerosos locales en muy poco tiempo, costes de infraestructura y equipamiento en muchos casos bajo en relación a otros tipos de negocio, etc. Lo que estamos acostumbrados a ver en la España de los últimos 25 años.

En el caso del cigarrillo electrónico, las tiendas lo tenían aún más fácil: no hacía falta acondicionar los locales, éstos no necesitaban ser grandes, y cabía mercancía de sobra por pequeños que fuesen. Con cualquier local en alquiler que hubiese pasado la ordenanza municipal, la inversión era muy baja. Para colmo, vendían estos productos por precios muy superiores (demasiado superiores) a los que podían encontrarse online, en torno a 50 euros por los 10 que costaban en internet.

Y el cigarrillo electrónico empezó a caer

Este repentino éxito comenzó un retroceso bien temprano, no aguantó ni todo el verano. Para entender el progreso del cigarrillo electrónico a partir de ese momento, un par de ejemplos. Por un lado, su evolución en Google Trends. El primer salto desde cero coincide con la noticia de Marlboro:

Segundo ejemplo: la evolución de los titulares de prensa que hablaban del cigarrillo electrónico, que evidencian la caída desde las primeras noticias y las buenas expectativas hasta los informes desfavorables sobre sus consecuencias y las primeras regulaciones legales que lo tratan como el tabaco tradicional.

Mientras tanto, la Asociación Nacional Española de Vapeadores (ANEV) se ha tomado esta evolución como una campaña contra los cigarrillos electrónicos, según ellos con origen en los intereses de la industria farmacéutica. La recomendación de la OMS fue que los cigarrillos electrónicos sean regulados como medicamentos siempre que contengan nicotina, como recogía El Diario en "Los efectos del cigarrillo electrónico son desconocidos a largo plazo".

Mientras tanto, las ventas del cigarrillo electrónico en España han caído un 70 % en un año, han cerrado un 60 % de las tiendas y la previsión es que si la tendencia continúa así, se cierren un 20 % más. En Infosalus hablan de una caída de hasta el 70 % de las ventas. Durante la cosecha de estas cifras, los fabricantes se han encontrado con declaraciones que regaban esta tendencia:

"El cigarrillo electrónico es una gran trampa muy peligrosa y engañosa". Juan José Rodríguez Sendín, presidente de la Organización Médica Colegial.

Las lamentaciones van, sobre todo, en torno a los puestos de trabajo que se pueden destruir si se continúa con esta, según ANEV, campaña contra el cigarrillo electrónico. Se calculan unos 3.000 empleos directos y otros 4.000 indirectos generados por este producto. ¿El problema? Que esto es, al fin y al cabo, más de lo mismo. Lo cual nos lleva al siguiente punto.

American Heart Association al rescate

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Esta asociación fue quien hizo seguramente el más completo estudio hasta la fecha sobre el cigarrillo electrónico. Y sus conclusiones fueron negativas. Por un lado...

En contraste con la asunción de que los cigarrillos electrónicos funcionarían como una mejor terapia de reemplazo de la nicotina, los estudios poblacionales que reflejan el uso de los cigarrillos electrónicos detectaron que su uso no se asocia con dejar de fumar de forma satisfactoria. [...] Los cigarrillos electrónicos no son mejores que los parches de nicotina y todos los tratamientos produjeron muy bajas tasas de abandono sin asesoramiento. En global, estos estudios sugieren que los cigarrillos electrónicos no están asociados con dejar de fumar con éxito en muestras generales de población de fumadores.

Con la comercialización basada en que se trata de un dispositivo pensado para ayudar a dejar de fumar tumbada, el otro clavo ardiendo al que se agarran los fabricantes de cigarrillos electrónicos en que "es un producto nada o muy poco nocivo para la salud", basándose en que lo que emana de ellos es vapor de agua.

Aunque los datos son limitados, está claro que las emisiones de cigarrillos electrónicos no son "vapor de agua inocuo", como se afirma con frecuencia, y puede ser una fuente de contaminación del aire en interiores.

Teoría desmontada. Jaque mate al cigarrillo electrónico.

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