A raíz de la reciente decisión de un juez brasileño de borrar la aplicación Secret de los terminales Android, y que también afecta a Apple y Microsoft, se ha creado un gran revuelo sobre la posibilidad que tienen las compañías de borrar aplicaciones de manera remota. Mucha gente lo califica como una intrusión que no debería permitirse bajo ninguna circunstancia.

La ley brasileña es clara: no se permite el anonimato Sin embargo este tema no es un capricho de un juez de provincias con ganas de acaparar portadas pero tampoco es algo que se vaya a repetir en el resto del mundo, al menos no de manera exagerada. Es un caso puntual con una base sólida que se respalda en la constitución brasileña y que pide a las compañías que ejerzan una acción de la que ellas mismas se reservan el derecho de ejecutar. Por ejemplo, Apple establece en sus Términos de Servicio de iOS 7, punto 5 apartado g "Apple and its licensors reserve the right to change, suspend, remove, or disable access to any Services at any time without notice" (Apple y sus licenciadores se reservan el derecho a cambiar, suspender, borrar o desabilitar el acceso a cualquier servicio en cualquier momento sin previo aviso).

Creo que en este tema ya no cabría ninguna discusión posible: una aplicación infringe la ley de un país y la empresa que la alberga tiene la posibilidad y los medios para que deje de hacerlo. Así que un juez dicta que se haga.

Pero, ¿qué pasaría si la constitución permitiese el anonimato?

Ese ya sería otro escenario. Por ejemplo en España el mayor problema al que se enfrentan las autoridades a la hora de investigar amenazas en Twitter es el anonimato, si alguien crea una cuenta, insulta o amenaza y luego borra la cuenta, poco puede hacer la policía. De hecho la mayoría de casos acaban archivados por este motivo. A pesar de que puedan existir fallos de seguridad que puedan revelar la identidad el verdadero problema no es que alguien, escondido detrás de un icono, nos pueda insultar o revelar un secreto. El verdadero problema es que usemos la tecnología para eso.

El propósito con el que se creo Secret era el de compartir secretos propios, no ajenos, y a través de eso llegar a la catarsis colectiva, pero anónima. Sin embargo, el uso que se le ha dado en ciertos países, España incluída, es el de escarnio y sorna de personas no pertenecientes a la red anónima con la clara intención de perjudicarlas. Para ello se utilizaron fotografías comprometidas y referencias comunes.

Así pues, lo que pretendía ser una herramienta liberadora acabó siendo una tribuna acusatoria donde revelar secretos ajenos y contar intimidades impúdicas para que todos descubrieran la verdad que escondían. Pero este hecho ha revelado algo que nunca imaginaron los desarrolladores de Secret y es que las personas tenemos la capacidad de pervertir la tecnología, incluso para acabar con nosotros.

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